Tudela

Ricardo Gil: “La inteligencia y el talento podrán complementar al sacrificio, pero nunca sustituirlo”

A caballo entre Tudela, Zaragoza y Madrid, Gil reconoce que el premio de AER al Relevo Generacional es un homenaje al trabajo de sus padres.

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photo_camera Mª Pilar Vicente y Ricardo Gil

Pese a su condición de rincón resguardado, la confluencia de la calle Pablo Sarasate con Capuchinos no es ajena a la frescura genuina de una mañana de noviembre. Son casi las once del mediodía pero el sol aún se eleva tímido. A la puerta del Restaurante Treintaitrés se asoma enseguida Ricardo Gil. Una de sus dos ‘patas’. La otra es María Pilar Vicente, su mujer y compañera en la aventura hostelera desde hace treintaitrés años. Sí, la coindicencia sorprende. Un año redondo, puesto que Gil acaba de recibir la Distinción al Relevo Generacional de la Asociación de Empresarios de la Ribera (AER). Antes de esos treintaitrés años de etiqueta treintaitrés existe una historia de emprendimiento (y mantenimiento) familiar.

Gallur, antaño importante foco ferroviario de las Cinco Villas, a caballo entre la Ribera y Zaragoza capital, vio nacer el negocio hostelero que su abuela y sus padres cimentaron sobre la base del esfuerzo y la constancia. 

La Cantina de la Estación servía de parada gastronómica para la multitud de pasajeros que transitaban por aquel punto convertido en estratégico gracias al tren. “Había muchos comercios, empresas de todo tipo, estaban los militares... y la cantina además daba a las dos vías, por lo que nunca faltaba trabajo”, recuerda Gil. Reconoce que él había encarrilado su vida profesional hacia el mundo de la banca, pero que hubo un momento en el que vislumbró un mejor porvenir en la hostelería.

Aterrizaje en Tudela

No obstante, su pericia con los números, reconoce él mismo, le ha servido para saber llevar mejor lo que bautiza como ‘el ente’. En este caso, los ‘entes’, tres, porque al Treintaitrés de Tudela le siguieron en la familia Casa Lac, en Zaragoza, y La Huerta de Tudela, en pleno barrio de las Letras de Madrid.

“El amor en una profesión, en un negocio, no está reñido con los números. Al contrario, yo creo que ambas facetas se tienen que llevar bien entre sí para sacarlo adelante”, reconoce. Lo dice quien vivió el aterrizaje del ‘primer Treintaitrés’ en la plaza Pío  XII, del que todos los hermanos de la saga familiar formaron parte hasta que decidieron continuar con sus respectivas carreras profesionales y sus progenitores dejaron paso. Entonces, Gil y su esposa hicieron equipo definitivamente para coger las riendas del Treintaitrés que, desde 1984, reivindica su cocina de arraigo e innovación en ese rincón de Capuchinos y Pablo Sarasate.

La del negocio de Gil y su mujer es la historia de una continua superación empresarial pero también de gestión de las relaciones familiares. “Ella y yo somos la excepción a lo que suelen decir los tópicos, que hacen huir de aquello de ‘emprender en pareja’ porque se trasladan los problemas personales al negocio y viceversa. Nosotros tenemos la suerte de llevarnos fenomenal y saber gestionar eso, porque siempre hemos tenido claros una serie de pactos para conseguirlo”, reflexiona Gil.

Lo más complicado es el día a día, los cálculos, las cuentas... mucho más que el hecho de que a un comensal le guste un plato; eso tiene un componente más subjetivo

Una relación en la que, como la propia María Pilar destaca, “cuando uno se encuentra cabizbajo el otro consigue levantarle”. “Las empresas pequeñas y de carácter familiar, como la nuestra, te plantean situaciones duras en muchas ocasiones. Y el día a día, las cuentas, los cálculos... todo eso es lo más complicado, mucho más que el tema de la cocina. Que al comensal le acabe gustando un plato tiene un componente más subjetivo, porque también depende de su estado de ánimo o del día que tenga por encima de las cualidades culinarias de los cocineros, que existen porque nuestra trayectoria lo avala”, asegura el responsable del Treintaitrés.

Educar en el liderazgo

Gil recuerda que la vida del empresario se antoja imprevisible en muchas ocasiones y que con esfuerzo y horas se aprende, se mejora y se consigue valorar de verdad lo que cuesta sacar las cosas adelante. “Yo considero que emprender y mantenerse supone tener algunos aspectos muy claros. El negocio es un ‘ente’ que está por encima de todo. Ese ‘ente’ habla cada día, hay que escucharle y te dice lo que tienes que hacer, no haces lo que tú quieras, sino que te adaptas a él”, señala. También existen los días en los que uno quiere tirarlo todo a la basura. “Pero no es tan fácil”, matiza Gil. “Hay muchas cosas detrás, empleados con sus familias, gastos, inversiones... dejarlo todo no es tan sencillo como a veces lo pintan”, recuerda.

Mi mujer y y somos la excepción al tópico de emprender en pareja; tenemos una relación fenomenal y siempre hemos mantenido la máxima de que la vida familiar no se rompiera pasara lo que pasara en el negocio

Por eso, además de por el homenaje que supone para sus padres, Gil también valora el galardón por las horas de dedicación que requiere un negocio propio, a veces tan exigente que limita el tiempo de ocio. “Pero en nuestra familia nos hemos hecho a eso. Psicológicamente puede ser duro y se necesita mucha claridad mental”.

Quizás la misma que María Pilar y Ricardo han invertido a lo largo de tantos años para marcar la máxima que debía regir su actividad: que la vida familiar no se rompiera. Algo que inculcaron a su hija, Leticia, de 26 años. “Desde que era pequeña la involucrábamos en conversaciones, le dejábamos que opinase, que escuchara... es una manera de que el liderazgo no sea impuesto sino asumido y entendido, algo que también es trasladable a la propia empresa”, explica. Y lanza un alegato para todo aquel que quiera vivir de su negocio. “La inteligencia y el talento podrán complementar al sacrificio, pero nunca sustituirlo”.