Tarazona

Una cosecha de bronce que llegó de Río

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Un coqueto recipiente de madera, excelsamente barnizada y pulida, esconde en su interior la presea. Al abrirla, el brillo parece irradiar por momentos. Es pesada, gruesa y emite un sonido al agitarla. Por primera vez, el COI ha repartido medallas sonoras haciendo un guiño a los atletas invidentes. Aunque también se las lleven quienes no lo son. Eduardo Santas, de 27 años, turiasonense, aparece en esa selecta lista de ganadores de medalla en los Juegos Paralímpicos de Río. Y ya está de vuelta en casa para disfrutar su tesoro, ese que tanto le ha costado cosechar.

Santas, acostumbrado a acumular reconocimientos y logros, no tiene ninguna duda sobre el alcance de este hito deportivo que empezó a fraguarse hace cuatro años. “Es lo más grande que he conseguido. He ganado oros en mundiales y campeonatos de España, pero la importancia de unos Juegos Paralímpicos es de otro nivel”, resume mientras pasea su medalla por las calles de Tarazona. La lleva en el bolsillo ante las enhorabuenas de algunos vecinos que todavía no le habían visto desde su regreso a España. “Estoy encantado con el recibimiento de la gente, tanto en mi ciudad como en Madrid o Zaragoza”, señala. “De verdad que no imaginaba que una medalla paralímpica iba a tener tanta repercusión”, admite.

Recuperación mental

La historia de Eduardo en Río de Janeiro comenzó con la prueba de persecución individual. El de Tarazona reconocía días antes de su partida a tierras brasileñas que sus esperanzas de lograr medalla pasaban por todas las disciplinas en las que iba a competir. Una previsión ambiciosa pero ajustada a su versatilidad tanto en carretera como en pista, demostrada en el ciclo preolímpico a base de resultados. Aun así, las cosas no fueron del todo bien en su toma de contacto.

“En la persecución individual quedé sexto y en la prueba del kilómetro, séptimo”, rememora. Sus tiempos no fueron malos del todo, aunque no a la altura de lo esperado, quizás acusando aún la atípica recta final de su preparación, en la que tuvo que lidiar con una rotura de escafoides. “Al competir me quitaba la férula y me dolía bastante la mano”, reconoce. Pero se recompuso.

En menos de 24 horas después de sus dos diplomas que sabían a poco, Santas se embarcaba junto con sus compañeros de selección Amador Granados y Alfonso Cabello en la prueba de velocidad por equipos. “En esos momentos tienes que reponerte mentalmente. Todos los compañeros y miembros del ‘staff’ técnico, desde el seleccionador Félix García Casas hasta los fisios, hicieron un poco de psicólogos”, recuerda.

"Cuando terminé mi vuelta, esperé a que acabara mi compañero y fui consciente de lo que habíamos logrado; di dos vueltas saludando al público y disfrutando mucho del momento"

"Desde la ceremonia de clausura en Río de Janiero estoy pensando en los próximos juegos de Tokyo; soy joven y tengo margen para trabajar, mejorar y luchar por un oro en cuatro años"

Eduardo Santas

Ciclista turiasonense y medallista paralímpico

El momento culmen llegó en la final por el bronce, que España se jugó ante el terceto de Estados Unidos. “A mí me tocaba dar la segunda de las tres vueltas. Cuando terminé y vi acabar a mi compañero, ya era consciente de lo que habíamos logrado. Di un par de vueltas al velódromo saludando al público y disfruté muchísimo de ese momento”, señala. Tanto como el del pódium, en el que recibió la medalla y escuchó el himno. “Al principio estás como que no te lo crees, no eres consciente de lo que has conseguido como sí lo eres unos días después. Pero fue otro instante emotivo y además tuve a mi familia cerca”, explica el joven turiasonense.

Tras su éxito en la pista, se encontró bien en la prueba de ruta en carretera, celebrada en el penúltimo día de los juegos. “Cogí la escapada del día, pero terminé descolgándome y acabé noveno. Fue una pena porque me encontraba muy bien”, relata.

En el último día, se quitó la espina de no haber podido acudir a la ceremonia de inauguración presenciando en primera persona la de clausura. “Ha supuesto una gran experiencia a nivel humano, por haber conocido a atletas de tantos países, haber visto de cerca Brasil... siempre lo voy a recordar”, admite, aunque, como buen competidor, ya mira hacia delante. Concretamente, a Tokyo.

“Desde la ceremonia de clausura estoy pensando en los próximos juegos. Soy joven y sé que me queda mucho por dar. A partir de ahora puedo trabajar para mejorar y llegar a los próximos paralímpicos con opciones de luchar por un oro”, sentencia. El tesoro de bronce es un gran botín, pero el margen de aumentarlo invita al optimismo.