Desertificación

La desertificación está íntimamente ligada a los procesos de globalización económica. La economía mundial ha generado una especialización de la producción en regiones, donde los países de Sur sobreexplotan sus recursos. Las producciones que se realizan en el Sur son disfrutadas en el Norte, generando una inmensa deuda ecológica de Norte hacia el Sur. Esta deuda ecológica tiene una de sus expresiones en la pérdida de fertilidad de los suelos, en la periferia. Por ejemplo, la explotación maderera para liberar tierras para otros usos (mayoritariamente ganaderos y agrícolas), o para su explotación, está íntimamente ligada a los procesos de pérdida de suelo fértil en las selvas tropicales. Otra causa paradigmática de desertificación es la sobreexplotación agrícola y ganadera, una intensificación que al final conduce a la pérdidad de fertilidad del suelo. Pero el capitalismo predador en el que vivimos a escala internacional también impulsa una creciente movilidad motorizada y un enorme consumo energético, dos de las principales causas del cambio climático, el cual incide también en la desertificación a escala global. Las predicciones sobre la evolución del clima apuntan a un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías o lluvias torrenciales, y una menor disponibilidad de agua dulce en muchas regiones del planeta, lo que agravará una gestión del aua ya insostenible en muchos territorios. Consecuencias: el agotamiento de acuíferos, la eliminación de caudales circulantes y la degradación de humedales. Por último, el proceso de urbanización descritoi para el Estado Español también tiene su correlato a nivel mundial, con idénticas consecuencias nefastas para el suelo.