¡Oh que palabra tan fea!
Creo que se escribe así,
se refiere a las ideas
impresas en mi mente,
es el macho de la ramera cabra,
no la has oído.
Pues, oídla.
A muchos le ponen
los cuernos de cabrón.
Las cabras y carneros viven
como locos,
no piensan pero nos dan
su leche y su cuerpo.
Que cuernos tan bellos,
son pequeños de defensa,
casi rizados los tienen los cabrones.
Viven brillando su fama
de pastar con rudos pastores.
La vida pastoril, una cabronada
económica, no le dan ni siquiera
para comer. Una mala sobrevida.
Todo el día andando y cuidando
el pastoreo ¡Puff, que cansancio!
No conocen otra cultura
que la comunión analfabética.
Es el nomadismo, trabajo a pie.
Por la noche la fatiga
hace cerrar los ojos,
para después repetir el corriente.
¡Qué cabrón
es el cansacio!
Que obscena es la vida
pastoril;
compañera fiel, la soledad
en la naturaleza.
Cantan los árboles, el frío,
el calor sofocante,
el verdor de los grandes
campos, el susurro de los ríos.
Son los chistes en el monólogo
del pastor que le entretienen
de la monotonía de la vida.
Su única creatividad
es el bastón y el perro pastor
cuya acción es policial.
Recuerda el seguimiento
de las ovejas tan buenas
y humildes.
Una oveja negra es
una cabronada para los cuidadosos
pastores cansados.
El diálogo del pastor
en las situaciones estracitas
son el perro y las cabras,
algunas ovejitas. Lo sabrá tanto.
Tenaquín
Pablo Jesús Sesma Vallés