Tudela

Un extraterrestre en la Revoltosa

L a carpeta rezaba TOP SECRET y, para abrirla, era necesaria, además de una clave encriptada, la huella digital y el escáner del iris. La misión se encomendó al agente RW1313Z, procedente del planeta HIP 13044 b, que se encuentra a unos dos mil años luz de la Tierra, en la constelación de Fornax. La única instrucción directa que recibió RW1313Z fue que en cuanto llegase al planeta La Tierra, pasaría a llamarse Paco García.



Así que Paco llegó, mediante telequinesis orbitacional, a un lugar llamado Bardenas, desde donde se trasladó, por el mismo método, a un hotelito cercano a la plaza Nueva de Tudela. Fue allí donde abrió la carpeta para conocer el objetivo de su misión: ESTUDIO DE LA REVOLTOSA.



Se colocó el chip que venía en la documentación, que incluía el Vocabulario Navarro escrito por un tal José Mª Iribarren, así como otras obras del autor, necesarias para entender la idiosincrasia de las gentes del lugar: Es cierto que muchas de las palabras colisionaban con las de la XXII edición del diccionario de la RAE, ya inserto en su ADN, pero las del Vocabulario Navarro se impusieron en las primeras entradas con el fin de hacer mayor uso de ellas.



Paco observó que en la habitación había un objeto rudimentario llamado espejo, que reflejaba las características físicas de quien se pusiese enfrente de él, si bien la lateralidad era inversa. Confirmó con ello lo que ya le había dicho el “Hacedor” de su planeta HIP 13044 b: “los terrícolas son una especie sumamente ignorante”.


Pepe Alfaro



Pero con gusto para la moda.Decidió vestirse como en el cuadro que había en su habitación “Retrato del Conde Duque de Olivares”. Metió el caballo en el armario y bajó las escaleras. Saludó con su sombrero de plumas a la recepcionista y ya en la calle se dio cuenta de que su ropaje desentonaba con el uniforme que llevaban todos, así que transmutó su armadura y sus bombachos en una camisa blanca, pantalón blanco, calzoncillos rosa fosforito… calzoncillos blancos, faja roja y pañuelo rojo que utilizó para sonarse estrenando así sus fosas nasales. Avanzó con la multitud hasta la plaza de los Fueros barra plaza Nueva.



Miles de terrícolas chillaban, saltaban y se empujaban. En un nanosegundo su ropa cambió del blanco al morado. Entre la marabunta observó la estructura semicircular en la que transcurría la misión para la que había sido enviado. En frente un reloj. Faltaban cuatro minutos para que dieran las doce de la mañana. Unos “muetes” con sonrisas desencajadas le rasgaron su camisa. Paco para defenderse sacó su arma pero uno se la quitó de la mano al grito de "¡Rediós que pistolica de agua tan maja!".



Disparó y desintegró a cinco de su cuadrilla. Un minuto. El cielo se tiñó de rojo. Paco elevó su pañuelo con una sustancia verde viscosa colgando. En el balcón una persona que según su base de datos sería la más inteligente de la ciudad. Al oírlo hablar descubrió que sólo era la autoridad. Sonaron "¡vivas!". A él le salió un "ujxvtz". Moduló sus cuerdas vocales y el segundo ¡viva! fue perfecto. Un cohete explotó y todo el mundo enloqueció. Con su cabeza entre los pechos de una moza concluyó que su misión iba a ser más curiosa de lo que habían pensado en HIP 13044 b.


Germán Martínez



Los reflejos de las luces y los ojos vidriosos de color de fiesta no le dejaron ver el reloj digital de la pastelería. Pero era tarde. De día. Olía mal, las alpargatas se le adherían a los pegajosos adoquines y se trastabillaba un poco al pensar. Estaba sentenciado. Ir a casa suponía dar explicaciones que nadie iba a creer, una obligada ducha y, tras el relajo, caer vencido sobre lo que fuera, el suelo incluido. Se apoyó pues en un escaparate y escrutó la calle que tiraba hacia arriba con inclinación, le pareció, bárbara.



Valoró opciones. Era preferible castigar los gemelos con una mala carrera en el Encierro –sólo quedaban dos- que contracturarlos miserablemente en una cuesta anónima que conducía al domicilio. Metió la mano en un bolsillo del pantalón; siseó algún billete entre rumores de monedas. Suficiente para un perrito y cerveza antes de lavarse en la fuente y descabezar un sueño en alguna terraza de bar. Una pareja, comiéndose a besos, lo miró desde la acera de enfrente y siguió para arriba, las bocas soldadas. Quién pudiera, se dijo. Subir, al menos. Había que decidir porque el relente le iba camisa adentro.



No lo pensó más, si es que lo pensó algo, y giró sobre sus pasos para encaminarse al puesto callejero de avituallamiento. En un instante, metros más allá del escaparate, se vio envuelto en un tornado de gente que bailaba frenética la música de las Dianas. Cuando un rayo ardiente de sol lo despertó, estaba solo, bocabajo, el cuerpo sobre el parterre de un parque donde metían bulla mil cigarras. Su rostro, tomate y mostaza, aplastaba contra la hierba un trozo de pan mordido y media salchicha.


Luis González


'El Jabonero'



Del regreso recordaba poco. De hecho no recordaba haber regresado. Ni cómo. No quería preguntar mucho no le fueran a decir que le trajo a casa, hecho un fiemo, uno de Tudela. Capaces eran.



Le sonaba aún, igual que un eco, una voz rajada, justo en la oreja. A ver, dónde vives, le decía la voz, que te llevo. Se recordaba diciendo HIP... HIP... HIP..., y la voz de nuevo, joder, sí que la has cogido buena, sí, lo mejor que puedes hacer es no beber más, ¿entendido?, pero menos tampoco, eh, no vayamos a confundir. No se acordaba de nada. Mejor dicho, se iba acordando pero de a poquicos.



Así que el informe le quedó tirando a literatura creativa.Por supuesto hizo hincapié en lo importante que son “las vueltas” en las fiestas de Tudela. Por ejemplo, cuando compró el perrito y la cerveza fue lo primero que le dieron. Aquí tiene. Qué. Las vueltas... Y las que tuvo que dar para encontrar un hueco para tomar el vermú en la plaza Nueva. Y las que le dieron cuando le colocaron bien la faja colorada. Y las que le daba la cabeza. Y las mil con la charanga, de peña en peña. Y las de los caballitos, esas también. Y que, por lo que pudo saber, a la vuelta lo vendían tinto... Todo el santo día con "las vueltas". Pero al jefe lo que le interesaba era "la Revoltosa", mira tú qué curioso, y de eso no sabía qué decir porque no estuvo. O sí estuvo, pero como si no, que también podía ser.



Hubo uno que le dijo que la Revoltosa era una marca de gaseosas. Eso sí, estaba convencido de que algo tendría que ver con "las vueltas". No sabía si ponerlo en el informe, ya lo pensaría. Lo que sí pensaba poner es lo fácil que era para un extraterrestre pasar desapercibido en fiestas de Tudela.


Manolo Arriazu