Tudela

Tudela rebelde

De Tudela siempre me acuerdo con simpatía de tres sucedidos de su historia, muy parecidos a lo acontecido en mi pueblo, Tafalla, en las mismas sazones. Uno es su parcialidad agramontesa, y la defensa que ambas hicieron de la independencia de Navarra, hace ya casi cinco siglos. Tudela sobre todo resistió como ninguna a los invasores castellanos, cumpliendo fielmente su papel de puerta de Navarra.

La segunda es la figura de Tubal en sus respectivos escudos, fundador legendario de ambas ciudades, cuando tras el Diluvio Universal trajo a estas tierras el euskera, una de las lenguas de la Torre de Babel según creían entonces nuestros abuelos.

Y la tercera coincidencia es la oposición de ambas ciudades en el siglo XIX a la llamada Ley Paccionada, y más en concreto a sus consecuencias, como fue la imposición de las quintas en Navarra. La firma de esta ley, ahora oficialmente tan loada, fue sentida a nivel popular como el golpe más doloroso a nuestra anterior libertad. Fulgencio Barrera, Regente de la Audiencia de Navarra, Diputado Foral por el Distrito de Tudela y uno de los cuatro comisionados que firmaron el “acuerdo”, fue motivo de esta copla cantada hasta la saciedad por sus paisanos: Barrera vendió las quintas / y Castejón el Peñón / y de Tudela sería / el que vendió al Señor.

José Mª Iribarren lo contaba así: “el pueblo consideró traidores a sus firmantes. Tan mal ambiente rodeó a Barrera que obtuvo del Gobierno el traslado a la Audiencia de Manila. La inquina popular no le perdonó ni aún después de muerto. El pueblo de Tudela se amotinó frente a su casa, llegando a lanzar piedras y cascotes contra la alcoba mortuoria. Nadie quiso conducir el cadáver al cementerio, y el Ayuntamiento hubo de encomendar esta labor a cuatro alguaciles que lo efectuaron secretamente a horas intempestivas. ¡He aquí un caso patético y terrible de la venganza popular y del sentimiento foral de los navarros!”.