La cera habla con la piedra
y el aire sueña albahacas
y el piropo sabe a jotas
en Tudela, cuando pasa,
entre un rumor de silencios,
la procesión de Santa Ana.
La angostura de las calles
se hace horizonte. Y se ensancha
su geometría, a juego
con el corazón. Avanza
la Fiesta, después, al ritmo
impuesto por el programa.
Y las calles, poco a poco,
-cera jota y albahaca-
recuperan sus medidas
besándose las fachadas.
Piedra y ladrillo, las calles
abren su abrazo y se adaptan
al caudal en blanco y rojo
y a los Gigantes de gala
cuando sale, año tras año,
la procesión de Santa Ana.