Tudela

Plumas al Cierzo

Belén del sur

Por la Ribera

En busca de la Tierra

llamada Prometida,

entre un racimo de hombres

negros como la tinta

de una noche sin luna,

una mujer encinta

rompe aguas en el agua

de un mar que es muerte o vida.

Extraño Belén negro

que repite su huida

con figuras de carne

sin musgo y purpurina,

donde el Portal es proa

de una patera herida

que busca la esperanza

de alcanzar la otra orilla:

no hay calor de pesebre,

ni hay un cometa-guía,

ni queso de pastores,

ni huevos de gallina,

ni un ángel volandero,

ni oro, incienso y mirra...

esa madre de ébano

no se llama María,

el padre está escondido

muy cerca de Algeciras,

y, para cambiar todo,

el Niño ha sido Niña

y su patria es el mar

y es el cielo

y la brisa...

Saben que allá, en el Norte,

un poco más arriba,

tendrán -si tienen suerte-

más ropa y más comida.

No saben que en el Norte,

un poco más arriba,

(donde los perros dicen

que atan con longaniza),

si consiguen llevar

la patera a la orilla...

tendrán menos Amor

y menos Alegría.

Pepe Alfaro

Regalos para el niño

La Virgen y San José

pasean por La Ribera

y buscan alojamiento

para la noche más buena.

La Virgen embarazada

va cantando por La Dehesa.

Y San José va soñando

con verduras en menestra.

Y el agua de los canales

muy junticos los refleja.

La Virgen y San José

frenan al cierzo y se besan.

Los adornos en los pueblos

a la Navidad presentan.

La Virgen y San José

se presentan en iglesias;

pero, en los tiempos que corren

nadie les pone a su mesa.

El Niño desde la tripa

les manda entrar en Tudela.

Y no hay pensiones ni hoteles

que den cama a la pareja.

La Virgen y San José

se marchan a las afueras.

Y están pensando los tres

en suspender Nochebuena.

Pero… a pesar de la Crisis

y el enfado de primera

de la Sagrada Familia,

Dios nacerá en La Ribera.

Roberto Simón Romano

Navidad

Al Niño le trajeron,

dicen,

oro por ser rey,

incienso por ser Dios,

y mirra por ser Hombre.

 

Pero prefirió

antes que un imperio

un Reino de Justicia,

y servir al Amor

más que al templo…

 

Por eso murió

el Hombre Bueno

condenado

por las leyes y los dogmas.

 

Y es así que,

desde entonces,

es el sol oro,

incienso el viento

y la sangre mirra

en quien

ante la noche más larga

siembra la luz de la Vida.

Mikel Ziordia Osta