Fustiñana y Cabanillas

La Orden de San Juan de Jerusalén: las encomiendas de Fustiñana y Cabanillas

Los orígenes se remontan en torno a 1084 a un hospital y a una iglesia que los comerciantes de la ciudad italiana Amalfi fundaron a mediados del siglo XI junto al Santo Sepulcro de Jerusalén para atender a los peregrinos cristianos.
Visita del sábado 16 de octubre al nacimiento del Canal de Tauste
photo_camera Visita del sábado 16 de octubre al nacimiento del Canal de Tauste

Los orígenes de la Orden de San Juan de Jerusalén se remontan en torno a 1084 a un hospital y a una iglesia que los comerciantes de Amalfi, una ciudad del sur de Italia, fundaron a mediados del siglo XI junto al Santo Sepulcro de Jerusalén para atender a los peregrinos cristianos. La comunidad monástica que atendía la iglesia tenía como patrón a San Juan Bautista.  

Posteriormente el Hospital experimentó un notable crecimiento porque los peregrinos cristianos que visitaban Jerusalén se multiplicaron. Los hermanos enfermeros eran el elemento esencial de la Orden que tenían que atender el Hospital de Jerusalén, donde también había médicos. 

La conquista por los musulmanes de la ciudad y la fortaleza de San Juan de Acre en 1291 supuso el final de la presencia político-militar de los cristianos en Tierra Santa. Los miembros de la Orden Hospitalaria que sobrevivieron a la derrota se refugiaron inicialmente en Chipre donde tenían posesiones. Pero la Orden deseaba una sede y emprendió la conquista de la isla de Rodas. Aunque se construyó un Hospital en Rodas, la actividad asistencial se redujo sensiblemente y el predominio de la actividad militar fue evidente, de ahí que el nombre de Hospitalarios diera paso al de Caballeros de Rodas. Después de perder el dominio de la isla de Rodas, los Caballeros Hospitalarios comenzaron un deambular de siete años hasta que la Orden tomó posesión de las islas de Malta, Gozo y Trípoli. 

Fue transcurriendo el tiempo y no fueron los turcos quienes expulsaron a los antiguos caballeros de Rodas de la isla de Malta, sino los franceses, una vez derribada la monarquía de Luis XVI y establecida la república. El 6 de junio de 1798  el general Bonaparte jefe de la expedición francesa a Egipto, se presentó ante Malta, desembarcó a sus soldados y se apoderó de la isla.

Actualmente se considera como su sucesora la Soberana Orden de Malta, establecida en Roma, siendo su nombre completo Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. Y ahora comprendemos su nombre: “hospitalaria” por sus fines asistenciales; “San Juan” porque la comunidad monástica que la atendía tenía como patrón a San Juan Bautista , Jerusalén por su primera sede y, por último, Rodas y Malta por las islas en las que se ubicaron a lo largo de su periplo.

Como orden religiosa de la Iglesia católica desde 1113 y sujeto de derecho internacional, la Soberana Orden de Malta actualmente mantiene relaciones bilaterales con más de 100 Estados y con la Unión Europea, así como una misión permanente de observación ante Naciones Unidas y cuyo Palacio Magistral goza del derecho de extraterritorialidad garantizado por la República de Italia.

Visita guiada con la portada románica de la iglesia de Cabanillas
Portada románica de la iglesia de Cabanillas

Actividades asistenciales y militares de la Orden

El fin de los Hospitalarios fue exclusivamente asistencial en sus comienzos, diferente de la dedicación religiosa y guerrera que tuvieron los Templarios desde sus inicios. Sin embargo esta actividad original se transformó de forma paulatina y las labores asistenciales perdieron importancia frente a la dedicación guerrera, que acabó siendo prioritaria.

El fenómeno de la peregrinación exigía prestar atención a numerosas tareas: distribuían diariamente generosas limosnas entre los pobres , albergar a los peregrinos o cuidar de sus enfermedades, garantizar su seguridad en los caminos que conducían a Jerusalén para protegerlos de bandidos o del acoso de los musulmanes. La asistencia que prestaba el Hospital se vio recompensada por donaciones y su fama traspasó rápidamente las fronteras del reino cristiano de Jerusalén. Y este importante crecimiento del patrimonio obligó a la Orden a una fuerte organización administrativa dividida en siete lenguas o naciones a la cabeza de las cuales está el Gran Maestre y en la que último peldaño serán las Encomiendas, células territoriales dirigidas por el Comendador (miembros de la nobleza local) encargados de gestionar y velar por la administración de los bienes con objeto de procurar las rentas a la Casa Central en Rodas.

La Orden en Navarra. Las encomiendas de Cabanillas y Fustiñana

El hecho decisivo que marcó la presencia de la Orden Hospitalaria en Navarra fue el testamento de Alfonso I el Batallador. Carente de sucesión directa, en 1131 otorgó un testamento en el que entregaba todo a las tres órdenes militares que se habían configurado años atrás en la Jerusalén reconquistada por los cristianos Santo Sepulcro, Hospital de San Juan de Jerusalén y Templo de Salomón.

El testamento era imposible de cumplir, pues se oponía a la esencia misma del sistema político vigente, la monarquía. La Orden renuncia al reino, pero con todo, como señala Ángel J. Martín Duque, se dio entre los soberanos navarros y las órdenes una “discreta transacción de hecho, afirmada calladamente con el paso de los años y la prudencia de ambas partes”. Entre estas donaciones están en 1142 las villas de Cabanillas y Fustiñana entregadas a Guillén de Belmes y Ramón Gobalt, en nombre de la Orden, y que serán señoríos de la Orden hasta 1836. Los conventos no fueron grandes centros, sino pequeñas residencias de los freires de cada encomienda. Cabanillas es una derivación del desdoble de la encomienda de Fustiñana en 1197 y ambas fueron señorío de la orden con todo lo que conlleva de poder.

Fue una de las generosas donaciones que hicieron los reyes navarros para compensar a la Orden por la pérdida del trono navarro. Abarcó tanto las dos villas como sus respectivas iglesias, lo que significaba el derecho a cobrar los diezmos y nombrar a los sacerdotes que las atendían.

Fue frecuente que un mismo comendador se hiciera cargo de ambas. En Cabanillas hubo un convento, del que se tiene noticias ya en 1264 y 1289. Desde 1275 hay noticias sobre concesiones y arriendos de cada villa en conjunto.

En 1253 Teobaldo II autorizó a la Orden y a los vecinos de ambas villas a abrir una acequia y sacar agua del Ebro, pero la presa tenía que permitir el paso de embarcaciones. Durante más de cinco siglos la Orden fue dueña de esta acequia y ejerció los monopolios señoriales en ella (control de pesca, etc.). Esta acequia será el origen del futuro Canal de Tauste.

Estas encomiendas eran unidades de gestión administrativo-económica. Su finalidad es la fundación de un patrimonio que permitan a la Orden ejercer su misión hospitalaria en Tierra Santa, colaborando con la ayuda económica que suponen las explotaciones agrícolas que los freires amplían, administran y organizan en encomiendas. Los freires no hacen otra cosa que dedicarse a la pacífica explotación de un patrimonio que ayudará a mantener la hospitalidad en Tierra Santa.

Como apunta Barquero Goñi eran encomiendas rurales cuya actividad económica se centró en el sector primario mediante el sistema de arrendamientos de las tierras. Los hospitalarios pasan a ser meros rentistas. La renta aportaba dinero y productos fácilmente transferibles a larga distancia de forma que pudieran cumplir sus obligaciones tributarias hacia los cuarteles generales de Rodas. Para el transporte y la entrega de las responsiones se valían de comerciantes locales, habitantes de ciudades. 

La herencia de esta Orden en Cabanillas y Fustiñana es la acequia de del siglo XIII que en el siglo XVI se transformará en el Canal de Tauste , la hermosa iglesia románica sanjuanista en Cabanillas, una pequeña joya del románico rural y la cruz de la Orden de Malta en el escudo de ambas villas.