Tudela

Ocho consejos para cuidarte si no comes en casa

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Comer fuera de casa, probar distintos platos y disfrutar de la comida y de la charla en la sobremesa forman parte de la cultura de nuestro país, donde la mayor parte de las cosas ocurre en torno a una mesa. Menú del día en el trabajo, chiringuito en la playa, tapeo con amigos o comida en plan familiar: de un modo o de otro, las salidas constituyen una importante manera de relacionarse. La oferta gastronómica, abundante y variada, así como la gran cantidad de bares y restaurantes que llenan nuestras calles, son una prueba de ello. El problema se plantea cuando no se es capaz de resistir a las tentaciones y se pierde el control de la dieta. Se come de más o se eligen los platos más calóricos. Para evitar que esto suceda, a continuación se ofrecen ocho consejos prácticos:

¿Tienes sed? Bebe agua

Más allá de que salir a comer incluye, muchas veces, el consumo de bebidas alcohólicas o azucaradas, es fundamental no calmar la sed con ellas.

Disfruta del momento con calma

Tomarse un tiempo para comer con tranquilidad es fundamental. Es mejor degustar los alimentos que tan sólo tragar comida en un fast food. El mecanismo de la saciedad funciona mejor con las pausas: si comes despacio, comerás menos y te sentirás mejor. Por eso, es aconsejable escoger un entorno agradable y, si es posible, comer en compañía. Cuando comemos solos, comemos peor.

Prioriza la variedad a la cantidad

Controlar el tamaño de las raciones es muy importante, sobre todo si se come en un establecimiento donde no hay límites, como un buffet libre.

¿Aperitivos? Sí, pero bien elegidos

No es lo mismo una ración de croquetas, que una tapa de encurtidos. Existen aperitivos más y menos calóricos. Los mariscos, las banderillas o las vinagretas son más ligeros que las patatas bravas, por ejemplo.

Equilibrio en el menú

Tanto si se come a la carta como si se escoge un menú del día, hay que procurar que haya un equilibrio entre los primeros platos y los segundos. Así, si se pide un primer plato muy graso o calórico, lo idóneo es que el segundo sea más ligero (con verduras o carnes magras elaboradas a la plancha, al horno o al vapor).

Cuidado con las grasas saturadas

Es muy importante tomar conciencia de que muchos alimentos, además de calóricos, contienen grasas saturadas. Los fritos, los rebozados e, incluso, ciertas salsas y guarniciones, pueden tener demasiadas grasas ‘malas’. La recomendación, en este caso, no es desterrarlos para siempre de la dieta, sino limitar su consumo e impedir que formen parte de la alimentación habitual.

No llegues al restaurante con un hambre voraz

Repartir las ingestas a lo largo del día y evitar los ayunos muy prolongados impedirá que nos sentemos a la mesa con ganas de comernos hasta la vajilla. Cuando se tiene mucho apetito o se han pasado varias horas sin comer, se tiende a elegir los alimentos más calóricos y grasos; es decir, los que aportan con rapidez una gran dosis de energía. En este sentido, los tentempiés de media mañana o media tarde (una tostada o, mejor, una pieza de fruta) son excelentes paliativos. Es mejor llegar a la mesa con un apetito moderado, que permita disfrutar de los platos sin ansia ni prisas.

Ojo con el postre

Con una nueva paleta de sabores y texturas (dulces, esponjosos, suaves), la tentación se instala en la mesa.

La primera elección debería ser, sin duda, fruta del tiempo. Sin embargo, no siempre es fácil resistirse a una tarta de chocolate, un helado de crema o un mousse de fresa.

Por tanto, si se pide un postre de estas características, lo mejor es compartir: media ración será el doble de buena.