Tudela

Navidad ¿tiempo de felicidad, alegría, solidaridad?

La colaboración este año con la revista Plaza Nueva en el especial de Navidad me plantea este interrogante. Si la Navidad es tiempo de felicidad, alegría y solidaridad: ¿Es este año especialmente difícil sentir estas sensaciones?



Si he de ser sincera sí. Esta Navidad no va a ser para una inmensa mayoría de personas, ni alegre, ni feliz, ni va a ser solidaria.



La alegría hace bastante tiempo que nos la están quitando a muchas personas en el día a día. Vemos cómo lo que prolifera es la amargura de sentirte objeto deseado por quienes gobiernan este mundo, el capital, al estrujarte como si se tratara de limones y beber el zumo de nuestras vidas, despojarnos de los derechos básicos que dan sentido de dignidad a las personas. Es más, a muchas les está costando el derecho fundamental, ni más ni menos que el derecho a la vida. Nos creíamos infelices de nosotros que esto sólo pasaba en otros países. Pues bien, ya lo tenemos aquí.



La felicidad, si la definimos como ese estado de ánimo que se siente, cuando has alcanzado la meta deseada, dudo que se manifieste así para los miles de personas que queriendo trabajar se les niega ese derecho, dudo que se sientan así, los padres que hacen esfuerzos titánicos para que sus hijos tenga formación y conocimientos con el objeto de ser más libres y paradojicamente tanto padres como hijos, se sienten encerrados en un circulo difícil del que escapar.



Hijos formadísimos que son alimento para trabajos mal pagados en el extranjero y en nuestro país mediante becas vergonzosas, padres que se sienten desgraciados por todas esperanzas puestas en el futuro de unos hijos, que siguen siendo dependientes de su ayuda en muchos casos.



Y la solidaridad, si ese tiempo de la Navidad es algo especial, es porque a mi modo de ver, somos más proclives a la solidaridad. Sentimiento que mantiene a las personas unidas para lograr salir de momentos difíciles. Pues bien, mucho tienen que cambiar las cosas para que entendamos que los momentos difíciles los sufren muchas de las personas en nuestro entorno. Son momentos difíciles para los nacionales y los extranjeros. Para los ciudadanos que se ven privados de trabajo, para los que no pueden hacer frente a sus hipotecas, para los jóvenes que tienen la mejor formación académica y no pueden poner en práctica sus conocimientos, para el pequeño comerciante que ve como no se consume, para el pequeño empresario que no puede mantener su empresa. Momentos difíciles para la cultura, el pensamiento, para la propia democracia devaluada por esta crisis.



Pero resurgirán los valores de la rebeldía, de la entrega, la decencia, la crítica, el respeto, la prudencia.



No me resigno a creer que no volverán en formas distintas, estados de ánimo que hagan cobrar el vigor necesario para doblegar pacificamente a los que nos intentan,

y a veces logran, arrebatar la felicidad, la alegría y la solidaridad.



Son valores, estados de ánimo que no pueden faltar 

en una vida plena.



Plena en el sentido de que la humanidad no avanza sin ellos.

Me quedo con el optimismo de que ciertas cosas cambian para bien, cuando apenas hace cuatro días parecía imposible.



Nada es concedido, todo es arrebatado, no se nos olvide.