Tudela

Los malos olores en 'Vísperas'

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También los 'pudientes'

Repasando los libros de cuentas municipales del siglo XVIII, extraigo algún dato interesante y poco conocido, relacionado con las Fiestas patronales, relacionado con las llamadas 'Vísperas' que se celebraban el día 25 de julio en la Catedral, a las que acudían los munícipes. En aquellos tiempos se vivía con unas horas de adelanto con respecto a lo que hacemos hoy, simplemente porque se aprovechaban más las horas de luz. Entonces se comía a las doce del mediodía y para las dos la gente comenzaba a reunirse en la Plaza Vieja, donde así estaban bailando los gigantes y los grupos de danzas valencianos que todos los años contrataba el Ayuntamiento, así como los tamborileros y dulzaineros que tocaban por las calles y que tanto gustaban a la chiquillería.



A las tres en punto de la tarde salían de la casa consistorial los siete regidores con el alcalde o juez de la ciudad, el justicia, y el secretario municipal, que iban hasta la Catedral. Unos representantes del Cabildo les esperaban en la puerta y, además de saludarles, les daban agua bendecida y perfumada y los acompañaban a sus asientos, unos bancos que el propio Regimiento compraba y tenía fijos en la Catedral, para sentarse en todas las ocasiones en que a lo largo del año acudía en la corporación a gran número de fiestas religiosas.

Esto que hoy nos suena tan raro, el darles agua bendecida y perfumada a los regidores al entrar en la Catedral, era un obsequio que los religiosos hacían a las autoridades cívicas a las que recibían con unas palanganas con agua de colonia para que se lavasen y perfumasen. No se trataba de ninguna evocación ni conjuro religiosos, sino simplemente trataban de que se perfumasen para aliviarles de los olores tan nauseabundo que se extendían en aquellos tiempos en sitios donde se reunía mucha gente, máxime cuando eran locales cerrados.



En aquellos tiempos en los que no había agua corriente en las casas y en muchas de ellas tampoco retretes, sino que salían a realizar sus necesidades fisiológicas al corral, la higiene personal era todo lo deficiente que podamos imaginar. Eran pocos los que se lavaban y el olor que las personas desprendían, más bien hedor, era impresionante. Si a esto unimos el que era verano y que se juntaban muchas personas, no es de extrañar el que les ofreciesen agua de colonia.



Pero no pensemos que era sólo un detalle de la Iglesia con los munícipes, esto ocurría también las casas de la gente pudiente, que daban colonia o agua de olor a quienes acudían a sus casas, e incluso el Ayuntamiento lo hacía en la Casa Consistorial. Esta costumbre aparece reflejada en los libros de cuentas municipales, donde consta repetidamente el pago de 21 reales y medio por la enramada para la procesión del día del Corpus y agua de olor para ese día y el de su octava.



De igual manera en las cuentas anuales del municipio en el mes de julio año tras año aparecen anotaciones de que se le dan al alcaide ocho reales por el agua de olor que se daba al alcalde, regidores e insaculados en la víspera y el día de la patrona, "como era costumbre".



Sin poderlo asegurar, porque las costumbres son cosas que no dejan huellas explicativas, vemos que hasta hoy ha quedado la costumbre de llevar en la procesión de Santa Ana un ramo de albahaca, la hierba más olorosa que se cría en esta zona, cabe dentro de lo posible, que el origen de esta costumbre, provenga del mismo motivo, el disimular el olor producido a causa de las concentraciones de muchas personas.