Tudela

Fijarse propósitos idealizados e irreales a principios de año genera frustración y depresión

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Prioridades

El final del año es tradicionalmente la época más propicia para hacer balance del cumplimiento de los objetivos fijados tras comer las uvas en las Navidades pasadas. Aunque es una práctica que ayuda a mejorar personal y profesionalmente, y a establecer unos objetivos mínimos de cara al año que entra, conviene realizarla de una manera razonable para evitar posibles problemas doce meses después. Los propósitos que nos marcamos en nuestra sociedad son en muchas ocasiones bastante irrazonables. La principal causa de esto se encuentra en la propia dinámica de vida que llevamos, donde la rapidez y el apresuramiento en el que vivimos nos da poco tiempo para pensar y reflexionar y plantearnos metas más realistas.



Son precisamente la crisis de ansiedad y la depresión los dos trastornos que más frecuentemente se dan en estas fiestas. Por ello, de cara al próximo cambio de año, la sociedad en la que vivimos se plantee que es muy necesario poder pararnos, contar hasta diez y darnos un tiempo para la reflexión antes de fijarnos objetivos para el próximo año. Sólo de esta manera se pueden establecer unas metas acordes a nuestras circunstancias, motivadoras, reales y, sobre todo, alcanzables. 



Además, cabe resaltar la libertad de la persona para poder decir que “no” a tantas invitaciones y a tantos reclamos publicitarios que en muchas ocasiones nos empujan a un consumismo carente de sentido y basado en el gasto inmediato.

La Navidad de los excesos

Es fundamental fijar un orden de prioridades en donde primero esté la salud, al lado de la familia y de las relaciones de amistad. Respecto a la familia, hay que hacer especial hincapié en el cuidado de las relaciones entre padres e hijos.



Sobre esto último, es aconsejable hacer un balance de los aspectos que favorecen la relación para potenciarlos y hacer un esfuerzo de autocrítica para poner sobre la mesa aquellos comportamientos que son fácilmente evitables y que se sabe a ciencia cierta que erosionan la relación de pareja.



Por su parte, a la hora de establecer objetivos profesionales, es conveniente que el trabajo se conciba como un lugar para la realización personal y, en los casos en los que esto no es posible, considerarlo como la fuente de ingresos que permite disfrutar de una vida familiar, personal y con los amigos, de acuerdo con nuestros deseos y circunstancias de vida, lo que ayudará a establecer unos objetivos más realistas y acordes a la situación personal de cada individuo.

Otra de las cuestiones a tener en cuenta en estas fechas hace mención al retorno al origen pagano de la Navidad, circunstancia que conlleva más excesos y el descontrol de los impulsos. La Navidad conlleva en muchas ocasiones el reencuentro de los familiares en una casa materna, de ahí la necesidad de expresar el afecto y los buenos deseos a través de la abundancia de comida.



En ocasiones los problemas de la conducta alimentaria se asocian a patologías subyacentes, como ansiedad, depresión, bulimia o trastornos de la personalidad.



Ciertos desórdenes en las comidas de Navidad pueden estar latentes en periodos anteriores, ocultando un posible trastorno compulsivo. Lo que caracteriza el comportamiento de los comedores compulsivos es consumir grandes cantidades de comida en períodos cortos de tiempo, de forma descontrolada y sin disfrute -con sentimiento de no poder dejar de comer-. Tras el atracón suele aparecer un sentimiento de malestar y culpa por el descontrol de los impulsos, por lo que se suele recurrir al vómito, uso de laxantes, diuréticos u otros fármacos, dietas, sobreejercicio, etc.