Tudela

"Entiendo que en estos momentos Tudela tenga otras prioridades antes que el Centro Cultural"

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Ha pasado ya un tiempo desde que recibió el Príncipe de Asturias. ¿Qué supone para Usted este galardón?

Pues mucho. Uno nunca imagina que un reconocimiento pueda tener tanta trascendencia. La gente ha estado muy atenta y he recibido muchas felicitaciones y muestras de cariño. Lo he dicho muchas veces pero me siento muy agradecido y muy recompensado porque es una reconocimiento al trabajo de muchos años.



A nivel de proyectos, ¿cuáles son los próximos retos de Rafael Moneo?

No hablaría de desafíos en concreto. Cada nuevo proyecto encierra una clave propia. Descubrirla es la parte que más me interesa de mi trabajo.

Esa actitud de apertura en cada uno de los proyectos que llegan al estudio mantiene la inquietud y curiosidad. Y gracias a ese modo de entender la arquitectura, cualquier trabajo se nos presenta con un interés especial y propio. Ese es el verdadero reto en la profesión que desempeñamos.



¿Cuál es el proyecto que recuerda con más ahínco

o ilusión?

Todos han tenido un significado diverso y muy importante en la vida. A nivel de Tudela, las primeras obras fueron importantes. La cuesta de Eza, las escuelas, la Misericordia... Si hablase de qué proyecto ha tenido más quórum entre la gente, debería nombrar el Museo Romano de Mérida. También estoy muy satisfecho de proyectos como el Kursaal de San Sebastián o de haber trabajado en ciudades tan significativas como Estocolmo o Nueva York. Por eso, no me atrevería a elegir uno solo de los proyectos,

igual que puede ocurrirle a un padre que quiere por igual a todos sus hijos.



Es obligado preguntarle sobre el Centro cultural

San Francisco de Tudela.

La Casa de Cultura es un proyecto especial para mí y confío en que algún día se haga realidad.

En estos momentos los recursos del Ayuntamiento de Tudela tienen que ir destinados a otras cosas y yo lo entiendo perfectamente, y comprendo que se posponga su edificación.



Mucha gente de la calle y la totalidad de la oposición de UPN en el consistorio dudó de su necesidad real. ¿Qué le parece a usted?

En mi opinión, el proyecto responde a un plan preciso y pretende satisfacer una necesidad, que es dar pie a que puedan celebrarse en nuestra ciudad pequeñas exposiciones, congresos, conciertos, festivales... También puede ser un lugar en el que se encuentren facilidades para trabajar en disciplinas artísticas a las que mucha gente pretende acceder, como pueden ser la pintura y la música. En ese sentido el proyecto cumple una misión muy específica y sería muy beneficioso en términos de establecer una relación entre el Casco Viejo y la entrada al Paseo del Prado. Haría más atractiva esa bipolaridad entre el río y la plaza Nueva.



Al tratarse de un proyecto para Tudela, ¿para Usted tiene un grado añadido de arraigo y un matiz sentimental?

Por supuesto. No sólo por todo lo beneficioso que sería para Tudela y que ya he comentado. Es un proyecto que desarrollamos con Eduardo Arilla, un arquitecto joven de la Ribera que desgraciadamente ya no está entre nosotros. La arquitectura es también una manera de ver el paso por la vida de alguien. Eduardo colaboró en otros proyectos del estudio en Madrid, como la ampliación de la estación de Atocha y cada vez que paso por Atocha no puedo sino acordarme de él. Era una persona de gran calidad humana y de una actitud ejemplar para todos y por eso celebraría que algo físico como la Casa de Cultura recordase su paso por este mundo y sirviera de homenaje a su magnífico trabajo.



¿Cómo se siente usted ante las críticas a los costes del proyecto por parte de los ciudadanos?

Las entiendo, es muy normal y

lo asumo. En absoluto me siento maltratado socialmente o algo por el estilo. Toda obra pública se ejecuta con recursos de todos y esta obligada a plantearse con total claridad y esa claridad empieza por que el propio arquitecto dé razón de ella. E insisto en que entiendo perfectamente las críticas. A las críticas hay que responder exhibiendo las razones que hay detrás del trabajo que uno hace y admitiendo que no hay por qué pensar que llueve a gusto de todos.



Pone de manifiesto lo especial de este proyecto para usted por ser relativo a su ciudad natal. Después de tantos años viviendo en Madrid, ¿echa de menos Tudela?

Tudela supone para mí una ocasión de volver a mi infancia y mi adolescencia. Siempre digo que si llego a Tarazona o paso en tren por Cortes empiezo a reconocer con añoranza los paisajes que me han acompañado. Uno no permanece ajeno a las resonancias sentimentales que conlleva esa vuelta a la ciudad. Creo que Tudela ha mejorado mucho en los últimos años, pero donde más se nota

el cambio es en las gentes. Desgraciadamente, al ver a muchos de los que fueron mis compañeros ahora experimento esa añoranza con cierta tristeza pero envuelta en ternura y amor.



¿Cómo era aquel Rafael Moneo joven en aquella Tudela?

Siempre tuve una mente curiosa y me interesé por la cultura. Esas inquietudes crecieron en la adolescencia y me unieron a varias personas, como Rafael del Real, Antonio Gallego, Moncho López Goicoechea o José Antonio Pérez-Nievas. Publicamos una pequeña revista, 'Cierzo', de la que salieron un par de números y al recordar esa historia me viene a la memoria nuestra actitud idealista de aquellos tiempos. Yo era una persona deseosa de llenar su vida con una parcela intelectual y esos son los recuerdos que tengo de mi vida en Tudela antes de irme con 17 años.



Las artes no son ajenas a la crisis que sufre la sociedad. ¿Cuál es el estado de la arquitectura actual?

La arquitectura tambén está empapada de los problemas actuales de la sociedad. Aunque cumple una parcela estrictamente instrumental y eso da a nuestro trabajo pragmaticidad. La arquitectura también busca un cambio, busca que la sociedad se sienta identificada con ella y es un hecho de cultura. El modo más satisfactorio de desarrollo de la arquitectura es dotar a los edificios de ese pálpito ligado al deseo de representar y dar forma a la cultura. Las nuevas generaciones de arquitectos no deben olvidar estas premisas, porque así gozaremos de un ejercicio profesional más pleno y satisfactorio.