Alfaro

El único enterramiento ‘de pie’ de España está en Alfaro

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¿Quién no se ha estremecido alguna vez con la historia romántica, y trágica al mismo tiempo, de los ‘Amantes de Teruel’, símbolo amoroso de la capital turolense de principios del siglo XIII que narra el drama vivido por Juan Martínez de Marcilla (Diego) e Isabel de Segura; o la de Romeo y Julieta, tragedia escrita por Willian Shakespeare que recrea el ambiente social de la Verona medieval? Ambos casos, constituyen el símbolo de un ‘amor’ que desborda los conceptos humanos, que se encarna en distintos lugares del mundo y en las más diversas leyendas cuyo denominador común es siempre el mismo: la fuerza del amor.

No tenemos que remontarnos a la era medieval ni viajar a lugares lejanos para encontrar historias estremecedoras de vida y muerte. Este es el caso del cementerio de San Martín de Alfaro. En él se localiza la única tumba en posición vertical que hay en España y que ofrece toda una historia de amor y tragedia que en nada tiene que envidiar a la de Los Amantes de Teruel, o a la de Romeo y Julieta. La inscripción de su lápida menciona “El Sr. D. José Mauleón y Giménez.-Falleció el día 11 de enero de 1869 a los 28 años de edad. R.I.P.”. Nada haría pensar, a no ser por la posición de su tumba, que el mencionado Mauleón y Giménez murió de amor y de tristeza por la muerte anterior de su amada que fue sepultada en el panteón familiar de los Saénz de Heredia, una de las familias más adineradas e influyentes de la época en la localidad riojana.

Para que la muerte no nos separe

Tal fue el amor de este alfareño por su amada, cuyo nombre no ha trascendido, que a la muerte de ésta se le borró el mundo de la vista quedando en sus pupilas la dulce y atormentada imagen de la misma. Tal fue su dolor e infortunio, que dejó escrito que, a su muerte, lo enterraran de pie frente al panteón en el que descansaba su amor para que, así: “lo que la vida me quitó, no me lo niegue la muerte”, prueba inequívoca de la constancia del corazón humano. Pero, como ocurre siempre que se trata de determinar con claridad la autenticidad de los hechos, hacen falta datos precisos, claros y seguros que en el caso de la tradición amorosa escasean y éste es claro ejemplo de ello.

Las crónicas no se ponen de acuerdo a la hora de determinar con exactitud la personalidad y la identidad de la infortunada mujer. Unas hablan de una ‘ama de llaves’ de la familia Saénz de Heredia que se trasladó con ellos desde Cuba para establecerse en Alfaro. Otras, por el contrario, mencionan a una ‘hija directa’ de la misma familia mayor que el joven y que, para más escarnio social de la época, era mujer casada. Sea como fuere, ahí queda el testimonio mudo e inamovible de una historia de amor que trasciende a la muerte como paso hacia la eternidad.

El difunto enamorado

La historia cuenta que José, nacido en 1841, era de familia humilde y que, por tanto, su amor “hija de noble familia” (los Saénz de Heredia), era un amor imposible. La chica murió joven y él, no pudiendo aguantar la pena por su pérdida, también falleció al poco tiempo con 28 años de edad.

También se cuenta que era un trabajador de la finca de los Saénz de Heredia, perdidamente enamorado del ama de llaves del palacio de sus señores. Después de tener la boda preparada, la muerte de su amada lo sumió en una terrible depresión y tristeza deseando tán sólo reunirse con ella y falleciendo al poco tiempo. Quiso pues, ser enterrado de pie frente al panteón de su amada para así: “poder seguir admirándola durante toda la eternidad”.

Hay quien asegura que los restos mortales de José Mauleón hace tiempo que fueron extraídos de su sepultura pero, sea como fuere, la leyenda y la historia de amor eterno permanecen.