Tudela

El origen de los mitos navideños

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Evangelios apócrifos

a mayoría de los cristianos, practicantes o no, saben y aceptan que muchas de las imágenes que permanecen en nuestro inconsciente sobre la Navidad no son históricas, sino interpretaciones, mitos, o productos del fervor popular. Pocos creen ya que Jesús naciese un 25 de diciembre o que lo hiciese en el año uno (el año cero no existe). Pero, ¿cómo han llegado hasta nosotros éstas y otras creencias?

En los Evangelios canónicos no se aporta información alguna acerca de cuándo y cómo nació Jesús. De hecho, es difícil pensar que pudiese haber pastores durmiendo a la intemperie en pleno diciembre. Los estudiosos de la Biblia creen que Jesús probablemente nació en primavera, y hacia el año 7 ó 6 a.C. Durante el siglo III se propuso datar el natalicio en fechas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y 25 de mayo y algunas otras. De hecho, las Iglesias cristianas orientales siguen celebrando el natalicio de Jesús en el 6 u 8 de enero. Fue entre los años 354 y 360, cuando el papa Liberio (352-366) fijó como fecha inmutable la de la noche del 24 al 25 de diciembre, día en que los romanos celebraban el nacimiento del Sol Invencible.

Otro aspecto del nacimiento de Jesús que no suele cuestionarse es el del lugar. En los Evangelios se dice que fue en Belén. Sin embargo, cada día hay más estudiosos que piensan que el lugar de nacimiento fue Nazareth. Dos elementos apuntan en este sentido: El que a Jesús siempre se le conozca en los Evangelios como Jesús de Nazaret, y el hecho de que resulta muy extraño que una mujer en avanzado estado de gestación hiciese un viaje semejante. ¿Por qué entonces situar este acontecimiento en Belén? Pues porque esta pequeña población fue la localidad natal del rey David, el rey más importante que tuvo el antiguo reino de Israel. De esta manera se trataba de relacionar a Jesús con David -igual que con la explicación de que José era descendiente del antiguo rey-. Así, se engrandecía la figura de Jesús y se culminaba la promesa que Yaveh le hizo a David sobre un heredero suyo que liberaría a Israel.

Cuando pensamos en la Navidad, enseguida nos viene a la cabeza la imagen del pesebre, con su buey y su mula. Sin embargo nada dicen los cuatro evangelistas de estas figuras. Y sólo Mateo nombra vagamente a unos “magos”. Entonces, ¿de donde han salido? Pues como muchas otras tradiciones, de los evangelios apócrifos.

Estos escritos, muy en voga en los últimos tiempos gracias al libro y la película “El código Da Vinci”, son unos textos descubiertos en 1945 por unos pastores árabes en un lugar desértico de Egipto. Sin embargo, algunas de las tradiciones que cuentan nos han acompañado a lo largo de los siglos de forma oral, desde que fueron escritos en los siglos II, III, IV, e incluso VI, y se popularizaron sobre todo entre la gente sencilla. Al descubrirlos en el 45 se pudo comprobar hasta qué punto la tradición oral había permanecido fiel a aquellos textos.

¿Tres Reyes Magos?

Algunos ejemplos son los animales del pesebre ya citados, el buey y la mula, del Pseudo-Mateo XIV, los nombres de los tres magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, caracterizados además como reyes, del evangelio armenio de la infancia, o los nombres de los padres de María, Joaquín y Ana, que no aparecen nunca en la Biblia, sino en el Protoevangelio I-II. Así mismo, en estos evangelios aparece la fiesta de la presentación de María en el templo, o la leyenda de que José era viejo y viudo y fue elegido por Dios para cuidar de la joven María. Este relato, además de asegurar la virginidad de María antes, durante y después del parto -idea que no aparece en el Nuevo Testamento-, explicaría el hecho, para muchos escandaloso, de que en los Evangelios canónicos se hable de los hermanos y hermanas de Jesús, que no serían hijos de María, sino del primer matrimonio de José. (Protoevangelio IX).

Todos estos apócrifos, conocidos como del nacimiento y la infancia de Jesús, se distinguen por su imaginación creadora, oriental, ingenua y maravillosista. Nunca fueron aceptados por la Iglesia, pero tuvieron mucho éxito entre los grupos que negaban que Jesús fuese realmente humano. Aprovechando la ignorancia del pueblo sencillo, fomentaban una imagen de Jesús y de María, rodeados de magia y fantasía, que no es la que aparece en los Evangelios canónicos.

Y de hecho, muchas de estas creencias han ido variando a lo largo de la historia. Hasta el siglo IV, por ejemplo, los Magos fueron dos, cuatro, seis, doce o sesenta, según fuera la tradición.

Hacia el primer cuarto del siglo III Orígenes, uno de los primeros padres de la Iglesia, afirmó taxativamente que los magos habían sido tres, una postura que acabó prevaleciendo desde el siglo siguiente. Entrado ya el siglo III, Tertuliano, para evitar la mala fama que tenían los magos persas, transformó a los Magos en reyes de Oriente. En un mosaico bizantino de mediados del siglo VI, en San Apollinare Nuovo (Rávena, Italia), aparecen por primera vez sus nombres actuales, pero los tres magos aún iban ataviados a la usanza persa.

Otra cuestión curiosa: Baltasar fue blanco hasta el siglo XVI, época a partir de la cual se le representó como de raza negra. En Occidente no comenzó a celebrarse la adoración de los magos hasta el siglo V, y éstos no empezaron a traer juguetes a los niños hasta mediados del siglo XIX. La actualmente imprescindible «carta a los Reyes» comenzó a popularizarse durante el primer cuarto del siglo XIX.

Existen también otras costumbres navideñas que han ido apareciendo con el tiempo: El primer pavo asado, por ejemplo, le fue servido a Enrique VIII de Inglaterra. Este ave se impuso en las mesas nobles españolas en el siglo XVIII gracias al mecenazgo de los Austria. Hasta bien entrado el siglo XX no se generalizó su consumo entre todas las clases sociales.

Otro ejemplo: El roscón de Reyes con haba de la suerte se originó en la Edad Media. La primera felicitación navideña de la que se tiene constancia fue una décima que los repartidores del Diario de Barcelona enviaron a sus clientes en 1831, y el primer crisma navideño lo mandó imprimir sir Henry Cole en 1843.

Otra arraigada tradición navideña: La lotería. El primer sorteo extraordinario de Navidad tuvo lugar en Cádiz el 18 de diciembre de 1812, y El sorteo de el Niño se instituyó en 1941