Tudela

El héroe

Todo estaba en la grabadora. La apreté fuerte entre los dedos y eché a andar, a zancadas, con la lengua fuera  en dirección a la oficina. Oro sonoro. Visualicé la página con sus cinco columnas, su medianil y sus sumarios en negrita. ‘El héroe’. No, mejor no. “Demasiado manido”, me dije. Me estrujé la sesera tratando de encontrar un titular más original. Uno en el que dar cabida a las dos carreras, el nivel avanzado de inglés, el metro noventa, los cuatro hijos con matrícula de honor y la nota más alta en la oposición a bombero del tipo al que todos admiraban en la escena del suceso. Y también su aplomo, la decisión para entrar en la casa en llamas, la templanza para esquivar los fogonazos con la niña posada en su robusto hombro. Entré por la puerta de la oficina. En el despacho, el jefe. Sonrisa de orgullo. Interrogatorio. Todo fantástico. Una historia para enmarcar. “Sólo me falta un titular”, advertí. Carraspeó, y se dirigió a mí con tono solemne. “Clark Kent”, espetó. Al ver mi expresión de extrañeza, elaboró. “Hasta Superman tiene un nombre”. La primera vez que cubrí una noticia, comprendí que los héroes anónimos se caen por la borda y que hay una pregunta que jamás se debe olvidar.

Mieltxo Apasteg