Tudela

El ganado bravo en la Ribera

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Traslado a pie del ganado

La tradición de criar reses bravas es muy antigua y de gran raigambre tanto en Navarra como en Aragón y la Rioja. Pero a los toros criados en estas tres regiones siempre se les denominó como “toros navarros”.

Lo mismo ocurrió con los toreros de estas tres regiones a los que se les llamaba en Madrid y en otras plazas a donde acudían como “toreros navarros”.



Son numerosos los criadores de toros bravos navarros a lo largo de la historia, desde el ganadero navarro más antiguo conocido, al que Carlos III el Noble encargó a finales del siglo XIV dos toros de su ganadería tudelana para la celebración de un festejo taurino en el castillo de Olite.



En el término de Tudela y en otras localidades de las riberas navarras del Ebro el Arga, el Ega y el Aragón se forjaron gran cantidad de las ganaderías de “casta navarra”.



Los sotos del Ebro y los otros ríos navarros comentados y la cercana Bardena fueron el asiento del ganado bravo. El ganado pastaba en los sotos y cuando se producían grandes crecidas (entonces los ríos no se encontraban regulados por pantanos) las vacadas se dirigían a la cercana Bardena.



En los últimos años del siglo XVIII que es cuando aparecen las ganaderías de toros como tales, en la Ribera de Navarra, surgió un gran interés por todo lo taurino. Apareció un cierto orgullo de poseer reses de lidia, que daban a su poseedor un marchamo de pudiente, y se estableció una competencia entre los ganaderos por la bravura y el juego de sus toros en los cosos.



De esta época parten las ganaderías navarras que con el tiempo llegarían a cubrir de gloria la historia del toreo y es en el siglo XIX cuando los ganaderos navarros alcanzaron su máximo esplendor. Es la época de Guenduláin, Carriquiri, Espoz y Mina, Lizaso, Alaiza y Pérez de Laborda en Tudela; de los Zalduendo en Caparroso; los Díaz de Peralta y los Poyales, Elorz y Bermejo de Corella.



Junto a estas también existieron otras ganaderías más modestas como serían las de Gabari en Murillo el Fruto o la de Conrado Esparza en Santacara.



Junto a estas también existieron otras ganaderías más modestas como serían las de Gabari en Murillo el Fruto o la de Conrado Esparza en Santacara.



Sin ningún lugar a duda, el hierro más legendario y célebre de cuantos dio el encaste de bravo fue el de Carriquiri, y es el que ha quedado en el recuerdo y la memoria colectiva de la gente de Navarra y también de los aficionados de todos los sitios.

El pastoreo “a pie” del ganado bravo es una costumbre privativa de Navarra y también “a pie” se hacían los traslados de los toros y las vacas.



En la época gloriosa de los toros navarros, en los siglos XVIII y XIX, los carriquiris y zalduendos eran conducidos “a pie” por pastores duchos, con la simple ayuda de un borriquillo para transportar el avío de los pastores, hasta las plazas de toros de Madrid, Barcelona y cosos de Francia como los de Bayona, Dax o Mont de Marsant.



Vicente Pérez de Laborda Villanueva nos dice en su libro “Historia de una ganadería Navarra de toros bravos del siglo XIX de Tudela (Navarra)” que el recorrido de una corrida de sus antepasados, desde los sotos del río Ebro en Tudela hasta la plaza de Mont de Marsant en 1862, costó once días, y anota el itinerario recorrido: de Tudela a Traibuenas, Artajona, Pamplona, Puerto de Velate, Maya, Añoa, Bayona, Pontones, Dax, Tartas, Mont de Marsan.



El camino lo hacían los toros rodeados por los mansos, con los pastores andando. Los viajes eran una hazaña: las noches se pasaban al raso, reunido el ganado y amparado por los cabestros y un pastor en turnos de guardia permanente. Las travesías de las poblaciones se hacían por la noche para evitar incidentes y se pasaban a nado cruzando de una orilla a otra, grandes ríos como el Ebro o el Adour.



Los toros, arropados por los mansos o por las vacas, andaban tranquilos, siguiendo dócilmente el sonido conocido de los cencerros y las voces y silbidos de los pastores, que los llamaban por sus nombres puesto que conocían las flaquezas e inclinaciones de cada uno de sus toros.



El viaje no sólo no afectaba a los toros, incluso les daba más fuerza y resistencia para la lidia.



Aún en los años cincuenta del siglo pasado se hacían traslados “a pie”. El recorrido desde el Ventorrillo cerca de Tudela, hasta Deba, para sus fiestas de agosto, se hacía en cinco días (hay 200 kilómetros). Los pastores dormían al raso allí donde les pillaba la noche y el ganado se alimentaba en los prados, sobre todo en el descanso del mediodía y al anochecer.



Carmelo Urdangarín en el libro “Los últimos traslados a pie de ganado bravo navarro a Deba” da datos de estos viajes del ganado navarro por tierras de Navarra y Guipúzcoa: “dos han sido los caminos utilizados, el primero el tradicional hasta la segunda parte del siglo pasado, que seguía en su mayor parte la Cañada Real de Tauste a Urbasa-Andía desde las cercanías de Tudela, hasta la venta de Zumbeltz para continuar por la calzada que asciende al puerto de Etxarri y bajar a la Barrranca, en Bakaikoa, para, tras atravesar el valle, ascender a Bernoa por las crestas entre los pasos de Lizarrusti y Echegárate y bajar a Ataún (San Gregorio). El segundo camino se inicia tras la apertura de la carretera de Ataún a Lizarrusti en 1884 y a partir de Zumbeltz seguir el nuevo camino por su borde pasando el puerto por el túnel de Lizarraga para bajar por Etxarri-Aranaz y entrar en Guipúzcoa por Lizarrusti, a cuyo término volvían a coger el camino tradicional”.



Según José María Izaga la travesía de 1947 por Azpeitia fue especialmente conflictiva y contribuyó a la suspensión de los traslados a pie. Aquel año los mozos del pueblo, al paso del ganado, encendieron al unísono las luces del pueblo y lanzaron latas sobre el ganado desmandándolo. La experiencia de los vaqueros y la gran memoria de los mansos, que recordaban el camino de años anteriores, evitaron males mayores y el ganado pudo ser reconducido al camino habitual.



Pastores tradicionales de estos traslados de las reses navarras fueron: Moncaloya, Teodoro Lasanta, Esteban Irisarri o Félix Ozcoz. También otras ganadería navarras hacían este recorrido hasta Cestona u otras localidades vascas como la de Félix Gabari de Murillo el Fruto a orillas del río Aragón.

Sería romántico volver a hacer, aunque de forma testimonial, alguno de estos recorridos con toros y vacas de “casta navarra”.