El tradicional sistema de abordaje del trastorno bipolar requiere un tratamiento simultáneo farmacológico y de terapias psicológicas. Además, su diagnóstico se basa en la cuidadosa observación de signos y síntomas sobre la conducta expuestos, tanto por el paciente como por terceras personas, ya sean de su círculo íntimo, ya sean especialistas. Como apoyo a esta realidad, el catedrático de Neurociencias de la Universidad del País Vasco, Carlos Matute, coordina junto con la doctora Ana González Pinto del Hospital Santiago Apóstol de Vitoria, un equipo de investigación que profundiza en la búsqueda de marcadores moleculares tempranos de la esquizofrenia y el trastorno bipolar.
Estos y otros resultados obtenidos por otros grupos de investigación del ámbito nacional e internacional servirán para mejorar el tratamiento del trastorno bipolar, una patología que afecta al dos por ciento de la población, y cuyos síntomas, en ocasiones, pasan desapercibidos o se confunden con los de la esquizofrenia.
Estos avances abren nuevas líneas de investigación para el tratamiento del trastorno bipolar y de la esquizofrenia y “tienen valor diagnóstico en ambas enfermedades, cuyos rasgos identificativos pueden llegar a confundir la una con la otra. Ese valor diagnóstico reside en la alteración de algunas moléculas”. Por ejemplo, el equipo de los doctores Matute y González Pinto han determinado que los niveles del factor de crecimiento derivado del cerebro y también los del ácido glutámico, están disminuidos en el plasma de pacientes al inicio de estas enfermedades.
Además, han observado algunas variantes en genes relacionados con el ácido glutámico, que es el principal neurotransmisor excitador del cerebro y en cuya regulación intervienen los astrocitos (las células gliales más abundantes en el cerebro) no sólo en circunstancias normales, sino también patológicas. “Algunas de estas variantes están asociadas a la esquizofrenia y al trastorno bipolar y este dato puede ser relevante en la etiología de las mismas”.
