Testigo del paso del tiempo y de la evolución de un siglo, la valtierrana Francisca Miranda Danso, siempre conocida como Paquita, cumplió ayer su centésimo cumpleaños en la residencia San José de Valtierra. La vecina más longeva de Valtierra disfrutó de un día muy especial gracias a la dedicación del equipo de la residencia y su familia, y por la tarde, tuvo lugar un homenaje amenizado por la Coral Virgen de Nievas al que acudieron representantes del Ayuntamiento, familiares y amigos.
Desde la víspera, el pasado lunes, Paquita comenzó a recibir muestras de cariño a través de la música de sus amigas alfareras que tocaron para ella piano, guitarra y voz en la residencia.
Llegado el martes comenzaron los homenajes con el regalo de sus compañeros residentes que la ofrendaron con un ramo de rosas de papel y la decoración especial preparada por el personal. A la hora de la comida los internos degustaron un exquisito rancho en honor a la cumpleañera, ya que es su plato favorito. Después, recibió una enorme tarta con la forma de número 100.
Por la tarde, fue el turno del homenaje a la vecina más mayor de la localidad amenizado por la Coral Virgen de Nievas que interpretó varias canciones para ella junto a los vítores de los residentes.
Desde el Ayuntamiento se le obsequió con un ramo de flores, un libro de las corralizas, una copia del patrimonio inmaterial y un pañuelo para que lo disfrute en las próximas fiestas de Valtierra. Su hija Vitori Pérez Miranda preparó una merienda dulce para las personas de la residencia y aquellas que se acercaron a felicitarla.
Paquita Miranda Danso es natural de Valtierra hasta la médula, vivió durante una época en las cuevas valtierranas junto a su madre y hermanos. Fue la mayor de cinco y en la actualidad solo queda ella a sus cien años. Junto a su marido Francisco, fallecido en 2006, crió a sus dos hijos Vitori y César. A su edad mantiene vivo su espíritu inquieto y participativo que la anima a integrarse en las actividades que propone la residencia.
Dedicó su vida al trabajo en casa, al cuidado de su familia y a las tareas del hogar. Aficionada a hacer punto, a disfrutar de la fresca en las calles de su pueblo y a ir a misa diaria, para Paquita “Valtierra ha cambiado mucho, para bien y para mal”.
A pesar de vivir su infancia en el contexto de la guerra civil, la centenaria valtierrana recuerda los juegos tradicionales que la ocupaban como la soga, las tabas y la chicuela. Cien años de perspectiva histórica en la Ribera se condensan en esta mujer de trato cercano, amable y cariñoso.