Tarazona

31 de mayo: día mundial del tabaco

Algunos especialistas de la Administración Foral estiman que cada año mueren en Navarra alrededor de 650 personas por causas relacionadas con el consumo de tabaco. Un estudio de 1990 fijaba la cifra en 579 y se considera que ésta ha crecido, principalmente por la extensión del hábito en la población femenina.

Tenemos pues cada año 650 razones en Navarra para mantener y acrecentar nuestros esfuerzos dirigidos a erradicar este nocivo hábito. 650 razones con nombres y apellidos, porque detrás de los números y las estadísticas hay personas que mueren prematuramente por el sólo hecho de fumar. En el mundo, se alcanza la preocupante cifra de 5 millones.

Hace ya varias décadas que se conocen los nocivos efectos del tabaco, pero la sociedad y las instituciones han tardado más en adoptar medidas de salud pública y de cambios de hábitos, de forma que sólo a partir de los años noventa se ha generalizado el rechazo social del tabaco y han aumentado las medidas legales dirigidas a luchar contra su consumo.

Navarra aprobó un Plan Foral de Acción sobre el Tabaco en el año 2001 y promulgó una Ley Foral sobre la materia en 2003, que fue seguida por la Ley Estatal de 2005.

Sin embargo, las disposiciones formativas, las medidas coercitivas y prohibitivas no son suficientes, aunque sí representan una parte muy importante de los instrumentos de que disponemos en esta lucha. Al final, ha de ser la conciencia de una sociedad bien informada y formada la que ha de crear nuevas generaciones de no fumadores. El abanico de áreas en las que los poderes públicos deben liderar la lucha de la sociedad contra el tabaquismo es, en todo caso, amplio.

La prohibición del consumo en espacios públicos cerrados ha sido una de las medidas más relevantes de cuantas se han adoptado en los últimos años, una medida que resulta además elemental para garantizar el derecho de los no fumadores a vivir en espacios sin humos. Y lo que inicialmente pudo parecer a algunos difícil de encajar en nuestra sociedad ha sido asumido con total normalidad. Las limitaciones para la venta y para la publicidad han contribuido también al objetivo de acotar la hasta entonces omnipresencia del tabaco en nuestro entorno social.

Pero junto con medidas como éstas, la Administración ha de promover diversas acciones dirigidas a ayudar a los fumadores a abandonar el hábito y a difundir en la sociedad información veraz sobre las reales consecuencias del tabaquismo.

Especialmente importante es la difusión de este conocimiento entre la población adolescente, objeto de constantes campañas por parte de la industria tabaquera. Aportemos a los jóvenes información real antes de que fumen su primer cigarrillo y también, ¿por qué no?, utilicemos los mismos recursos que la industria en sentido contrario. Usemos las técnicas del más moderno marketing simplemente para que conozcan la verdad.

En definitiva, el respeto al derecho de los no fumadores a vivir en un medio sin humo; la ayuda pública a los fumadores en su lucha por dejar de serlo a través de los programas más eficaces, y la promoción de la conciencia social sobre las consecuencias nocivas del tabaco son tres instrumentos básicos en cuya utilización debemos profundizar. El incremento del precio del tabaco, en un país en el que éste es, comparativamente con otros, barato, es otra medida promovida por la Organización Mundial de la Salud, para hacerlo más inaccesible a los jóvenes.

En este caso, al final, junto con la responsabilidad de las instituciones, está la del resto de la sociedad, sin la cual los objetivos se antojan enormemente difíciles. Los padres, los medios de comunicación social, o la escuela, han de asumir también su parte en la tarea de lograr esa generación a la que aludía antes de no fumadores, y detrás de ella, todas las demás.