Opinión

Multiculturalidad y Democracia

“Multiculturalismo” es uno de los conceptos que se han ido adhiriendo al aglomerado de imaginarios con los que la “democracia” postfranquista española ha ido construyendo su actual ideario. Un ideario que proviene no de una reflexión objetiva, autónoma y radical sobre la realidad, sino que es el resultado de un proceso de integración de credos con el objeto de mantener una pretendida coherencia con sus orígenes dogmáticos, a la manera de lo que hacen las (y los) Iglesias, sobre todo en “esta izquierda”.

La conciencia de que la democracia es la única forma realmente operativa por la que la libertad de pensamiento, que nos ha llevado a la sociedad del conocimiento, pone de manifiesto la necesidad de fundamentar la apenas balbuceante “sociedad inteligente” que los seres humanos estamos comenzando a desarrollar, hace totalmente imposible aceptar este concepto (como otros muchos ,“nación” o “pueblo” por ejemplo) sin un mínimo análisis, que es como se aceptan las modas culturales, sobre todo las que interesan para el mantenimiento de la “imagen” que se tiene de la propia “verdad”, y que busca a su vez justificar la adscripción a esa “verdad”.

La idea de “multiculturalidad” es una idea impuesta por la dominación anglosajona del imaginario democrático y en sí misma define la decadencia de esas sociedades, sociedades que definieron el mundo bipolar en el siglo XIX y XX que está llegando a su fin. En la ideología “progresista” española, llena de caudillos que anteponen las fantasías de su propio narcisismo y egolatría a las formas democráticas, que son en España impostadas, esto se ha aglomerado con la idea de solidaridad con los emigrantes (ya que “los españoles también fuimos emigrantes”, relacionando emigración y exilio) y con la necesidad de apertura cultural necesaria tras los cuarenta años de solipsismo franquista, que el mundo “progresista” aceptó que en su momento definiera “lo español”. Porque el verdadero triunfo de Franco ha sido convertir a “la izquierda” en postfranquista, es decir, definida por el lastre de su oposición al franquismo cuarenta años después, y no por su creatividad o innovación sociopolítica democrática. El mayor ejemplo de esto lo encontramos en la acrítica asunción que “esta izquierda” hace del nacionalismo (la ficticia “nación de naciones”, etc.) en su ideario, cosa que en

Navarra supone la mayor losa con la que nos encontramos al imaginar desde la democracia los propios fundamentos de nuestra necesaria institucionalidad como “sociedad inteligente”.

“Hemos sido demasiado tolerantes con el extremismo”. Esta frase, pronunciada por la premier británica May tras los nuevos atentados en Londres la noche del 3 de Junio, pone definitivamente de manifiesto el fracaso de la “multiculturalidad” como parte de la política democrática. Y esto tiene su origen, como muchas otras cosas en la “democracia” anglosajona, en la mentalidad de “apartheid” que subyace, también, por ejemplo, en el “Brexit”. Cualquiera que conozca a un inglés conservador sabe de lo que estamos hablando: mientras “nuestras costumbres” no se vean alteradas, que “ellos” hagan de su capa su propio sayo. En su propio gueto, claro.

Pues bien, esta “multiculturalidad”, aglomerada como una de las formas de la “tolerancia”, es una de las expresiones del fracaso del ideario democrático de “esta izquierda”. Porque la sociedad democrática no es ni puede ser “multicultural”: es UNA cultura, la DEMOCRÁTICA. Pero es UNA cultura que admite (no solo eso, de hecho debe propiciar y gestionar) en su seno la complejidad y la diversidad. Y esto es algo muy diferente a la “multiculturalidad”. Una “multiculturalidad” que tiene verdaderamente su origen en la ideología del “apartheid” del RACISMO anglosajón. Confundir la tolerancia básica de toda sociedad democrática con la aceptación de la INTOLERANCIA en su propio seno es, simplemente, otra aberración propiciada por la sistemática falta de sentido crítico y reflexión debida sobre la realidad a la que nos tiene acostumbrado el muy obsoleto “postfranquismo”, de izquierdas y de derechas, que, presuntamente, nos gobierna. Pero gobernar, hoy, requiere programar la obsolescencia de este sistema, llamado también “la crisis”, y esto se tendrá que hacer desde la “sociedad inteligente”, no desde la propia obsolescencia ideológica.