Opinión

Los ancianos y el saber

Mi abuela Emilia decía que no hay peor en-fermedad que llegar a viejo, pero a mi la que realmente me resulta ingrata es aquella que no te permite siquiera llegar.

Y ahora que vivimos en una Sociedad tan joven y tersa, tan sumida en ese paripé permanente, en esa sardana sin música, en esa jota sin rima ni sentimiento que es el placer obligatorio e inmediato, creo que erramos al ignorar a esos mayores que nos rodean y que han tenido la suerte, el privilegio, de llegar a viejos.

Antaño era una obligación honrar a los ancianos. En las tribus ancestrales su consejo era Ley, pero ahora los aparcamos en esas magníficas residencias que cuentan con todas las comodidades, y a otra cosa. Sus espíritus se olvidan. Y no sufrimos por ellos porque no los vemos.

Estos días que estoy visitando a tres longevas señoras de la familia, me preguntaba qué ha ganado de su absurda existencia nuestra vida ignorando a una parte tan importante de la población como son los mayores... ¿Somos realmente conscientes de lo que perdemos no escuchando sus relatos, no tomando nota de su saber, dejando caer en el olvido toda la experiencia y la historia acumulada que se irá con ellos?