Opinión

LA III REPÚBLICA

¿Es posible llegar sin traumas a una III República en España en los próximos años? Difícil responder a esta cuestión desde los estereotipos con los que suele abordarse. La monarquía española se representa por unos sin fisuras, como símbolo inequívoco de la defensa de nuestra democracia, y por otros, como estamento dictado por Franco vinculado para siempre con la dictadura. A día de hoy, ambas posiciones deben matizarse. El papel de la monarquía durante el 23F todavía tiene interrogantes sin responder; las respuestas servirían para entender lo sucedido en 1981 si bien es probable que no aportasen demasiado respecto al papel de la monarquía aquí y ahora. En cuanto a la designación del entonces príncipe Juan Carlos por el dictador, ciertamente no hemos tenido la oportunidad de pronunciarnos específicamente sobre monarquía-república, pero esta asignatura pendiente y la forma de llegar de la monarquía, no han impedido que la democracia incluyese a la institución real como suya durante estas décadas. Así que, teniendo en cuenta la parte de verdad que los citados argumentos contienen, es preciso abordar la disyuntiva Monarquía-República desde otros presupuestos, sin olvidar los asuntos apuntados, pero desdramatizando el debate y democratizándolo.

A pesar de que países con democracias bien asentadas conviven con regímenes tanto monárquicos como republicanos, no podemos olvidar que las monarquías provienen de tiempos en los que el poder se concentraba unipersonalmente y se heredaba, con la obediencia debida de súbditos y pueblos. Esa situación, como sabemos, fue cambiando a lo largo de los siglos con distintas modalidades. Las diferentes revoluciones europeas habidas, siendo una de las más conocidas popularmente la Revolución francesa, marcaron un antes y un después para sus monarquías. La mayoría pasaron a ser Monarquías Parlamentarias, y aunque el Rey o Reina concentran poderes y privilegios (el rey de España es Jefe de los ejércitos y sostiene una impunidad cuestionada recientemente por el Tribunal Europeo), sus principales funciones son las simbólicas de unidad nacional y las de diplomacia, de mediación nacional e internacional, concitando simpatías o antipatías según la empatía de cada cual con tales funciones.

Estas monarquías no dejan de ser restos de aquel tiempo superado, que conservan algunos de sus elementos antidemocráticos, tales como el hecho de ser poderes vitalicios y hereditarios, concentrar algunos privilegios y poderes políticos o militares antes aludidos o, en algunos casos, excluir a las mujeres para el mandato. Ya simplemente por todo eso, parece más lógico que un sistema democrático se dote de una forma de gobierno republicana y no monárquica. Podrán ponerse ejemplos de otras monarquías o repúblicas más o menos democráticas que la nuestra, pero tal cuestión únicamente pretende eludir el debate de fondo, no aporta nada a lo dicho anteriormente.

A las razones generales, sumamos aquí otras que nos son propias, derivadas de nuestra historia. Aquí, el hecho de no haber cerrado adecuadamente el capítulo República-Golpe de estado franquista-Guerra Civil-Dictadura y haber pasado a una Monarquía sin que se pudiese decidir libremente Monarquía-República, contamina el debate. Sabemos que la II República cometió fallos, pero ningún fallo merece la condena a muerte de tantos seres humanos. A la II República no se le permitió andar ni crecer. Y aún así y con todos sus fallos, expandió cultura, educación, derechos universales como el del voto femenino. Agrupó sueños por un mundo mejor, a veces encasillados en esquemas, dogmas, sectarismos y otros errores, pero despertó la solidaridad internacional y las ansias de justicia de muchas mujeres y hombres buenos. La II República tuvo errores, algunos de bulto, sí, y mirar para otro lado al recordarla, no hace favor a su memoria y reivindicación. Pero el atentado fue de quienes se alzaron militarmente contra ella y causaron represión, fusilamientos, una guerra civil y posterior dictadura. La memoria histórica aún no reconstituida, a pesar de la histeria de quienes quieren escribir la historia manteniendo sin desenterrar a los muertos olvidados, está presente en nuestra reivindicación de la III República.



La nuestra, nuestra III República, no queremos que sea una república cualquiera. La estamos intentando forjar cada día desde la solidaridad, el pluralismo, los derechos humanos, la lucha contra la pobreza, las reivindicaciones medioambientales, el pacifismo, la igualdad de todos los seres humanos sin distinción de género, religión, o nación. La III República que estamos forjando, no queremos que sea una república que pague los desaguisados de la Banca con el sudor de la gente currela ni que destruya el Estado de Bienestar, ni que tenga corruptos ejerciendo cargos públicos, ni que niegue a las personas con discapacidad el acceso a edificios o actividades, ni que mire para otro lado cuando alguien se encuentra con el drama del paro. La III República por la que trabajamos cada día, estará formada por mujeres y hombres en pie de igualdad, fomentará los buenos tratos, apostará por las energías renovables, no hará recaer sobre la gente sencilla los excesos de los avariciosos, y abrirá puertas al control ciudadano, a la democracia participativa. La III República que estamos construyendo, verá una Navarra inter-identitaria, antimilitarista, sin polígono de tiro, y no admitirá precios políticos para la violencia. Este es nuestro debate, nuestro futuro, nuestra III República.