Opinión

¡Bravo, van der Veer!

Me refiero a Jeroen van der Veer, Presidente de Shell, que recientemente ha enviado una carta a todos los empleados de Shell —una de las mayores empresas petroleras del mundo— donde se expone, con toda claridad, la cruda realidad que nos aguarda en relación con la energía, en especial, con el suministro de petróleo. Esta sincera exposición de los problemas energéticos que nos aguardan contrasta con aquella actitud que tanto conocemos aquí, aquella que procura ocultarse como si el hecho de cerrar los ojos a la evidencia permitiría evitarnos luego sufrir las graves consecuencias derivadas del agotamiento acelerado del petróleo. Mr. van der Veer persigue compartir con los trabajadores de Shell unas reflexiones acerca de cómo la empresa petrolera ve el futuro de la energía y cuál podría ser nuestra ruta preferida, a la hora de satisfacer las necesidades energéticas del mundo. Se considera que el sector de la energía, los gobiernos y los usuarios de energía —es decir, todos nosotros— nos enfrentaremos al doble desafío de cómo obtener más energía y, a su vez, cómo producir menos emisiones de CO2. Para el año 2100, el sistema energético del mundo será radicalmente distinto del que conocemos hoy. Las fuentes de energía renovables como la solar, eólica, hidroeléctrica y los biocarburantes constituirán, en el futuro, una parte importante del “mix” de energías, donde también la energía nuclear ocupará su espacio. La humanidad habrá encontrado modos de hacer frente a la contaminación del aire y a las emisiones de gases de efecto invernadero. Las nuevas tecnologías habrán reducido la cantidad de energía necesaria para dar confort a los edificios e impulso a los vehículos.

En realidad, el futuro a largo plazo Shell lo ve brillante pero, para llegar hasta allí, establece que será necesario emprender un camino no exento de aventuras. En Shell, se piensa que el mundo, en su caminar hacia el futuro, fundamentalmente contará con alguna de estas dos posibles rutas. La primera ruta, se refiere a un escenario que denominan “Scramble” (“carrera de motocross”), pues se parece bastante a una carrera de montaña a través de un desierto. Es como un “rally” por monte, que promete emoción y una fuerte competencia. Sin embargo, la consecuencia no deseada de querer ir "más deprisa", a menudo, se convertirá en lo contrario, es decir, en ir a "menos velocidad" y, también en que muchos pilotos se habrán de retirar a lo largo del camino, por lo que no podrán llegar a la meta. El escenario alternativo, llamado “Blueprints” (“copias de plano”), sufre en sus inicios ciertos fracasos que responden a las expectativas. Son comienzos que tras contar con unos buenos pronósticos luego resultan fallidos. Este escenario se desarrolla como si realizáramos un paseo prudente por un camino desconocido que aún se encuentra en fase de construcción. El hecho de llegar con seguridad a nuestro destino dependerá de la disciplina de los pilotos y del ingenio de todos aquellos que participan en las tareas de construcción del camino. Sin duda que las innovaciones tecnológicas nos garantizarán emoción pero, sobre todo, serán claves para dar respuesta a las grandes cuestiones para las que todavía no conocemos alternativa alguna, como ocurre con el sustituto de la gasolina en el sector de la automoción. Independientemente de la ruta que se elija, van der Veer estima que los apuros y la estrechez que, actualmente, sufre el mundo limitarán nuestros márgenes de maniobra. A su juicio, estamos experimentando un cambio radical en la tasa de crecimiento de la demanda de energía debido al crecimiento de la población y al desarrollo económico y Shell estima que, después de 2015, aquellos suministros de petróleo y de gas natural, caracterizados por su fácil acceso, dejarán de poder satisfacer la demanda de energía de entonces.

Como consecuencia de todo ello, la sociedad no tendrá más remedio que añadir otras fuentes de energía —las energías renovables, sí, pero también más energía nuclear y más combustibles fósiles no convencionales, como las arenas bituminosas. El uso de la energía significa, inevitablemente, más emisiones de CO2 en un momento en el que el cambio climático se ha convertido en un problema crítico, a nivel mundial. En el escenario, que Shell denomina “Scramble”, los países se apresuran a garantizar los recursos energéticos para sí mismos, por temor a que la seguridad energética sea un juego de suma cero, con claros ganadores y perdedores. Los países más ricos, aquellos que más dinero pongan encima de la mesa, serán los que se quedarán con el petróleo, el resto sufrirá cruelmente la pobreza en energía. En este escenario también se prevé que los consumos de carbón y de biocombustibles, producidos a nivel local, aumenten rápidamente. Resulta muy curioso que Shell añada que si tomamos el camino más fácil, observaremos que los políticos prestan poca atención a la reducción de los consumos de energía, al menos hasta que comiencen a producirse cortes de suministro. Del mismo modo, a pesar de lo mucho que se ha dicho y escrito, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero no es un tema que se abordará con seriedad, hasta que se produzcan una serie de grandes catástrofes que serán las que desencadenen unas reacciones políticas de envergadura para impulsar políticas eficientes que conlleven la mitigación de emisiones. El hecho de que las respuestas todavía no hayan llegado, hará que se agrave la situación, lo que nos llevará a conocer continuos picos y una gran volatilidad en los precios de la energía. La otra ruta que nos conduce hasta el futuro es menos dolorosa, aunque al comienzo nos pueda parecer más desordenada. Este escenario, “Blueprints”, conoce numerosas coaliciones de intereses que emergen para hacer frente a los grandes y graves desafíos que se presentan, tanto los debidos al desarrollo económico como a la seguridad energética y a la contaminación ambiental, por medio de la cooperación internacional. Gran parte de las innovaciones a introducir se darán a nivel local, en la medida que las principales ciudades se relacionan mejor con la industria para reducir las emisiones locales. Los gobiernos de los Estados deberán introducir estándares de eficiencia, creación de impuestos y otros instrumentos políticos para mejorar los rendimientos ambientales y energéticos de los edificios, los vehículos y los combustibles utilizados para el transporte.

A medida que aumentan los niveles de armonización, las políticas tenderán más a converger en todo el mundo. Los mecanismos utilizados en los mercados canjeables de bonos ecológicos que establecen un coste para las emisiones industriales de CO2 irán ganando aceptación internacional. El aumento constante de los precios del CO2 acelerará la innovación, generando descubrimientos importantes. Un número creciente de los automóviles serán propulsados por medio del hidrógeno y de la electricidad, mientras que las instalaciones industriales estarán dotadas de tecnologías de captura y de almacenamiento posterior bajo tierra del CO2. Teniendo como telón de fondo estos dos escenarios que Shell considera igualmente plausibles, dentro de unos pocos años se sabrá si la declaración de Bali sobre el cambio climático, de diciembre pasado, fue tan sólo pura retórica o el comienzo de un sincero esfuerzo mundial para combatir el cambio climático. Mucho dependerá de cómo evolucionen las actitudes de Beijing, Bruselas, Nueva Delhi y Washington. Tradicionalmente, Shell acostubra a utilizar sus escenarios para preparar su propio futuro —es decir su propia estrategia—, sin expresar si tiene o no, una mayor preferencia por uno u otro escenario. Pero, ante la necesidad de gestionar los riesgos climáticos que representan para sus inversores y nuestros nietos (sic), la petrolera establece que el escenario “Blueprints” conlleva unos resultados que ofrecen un mejor equilibrio entre la economía, la energía y el medio ambiente. Para tener otra segunda opinión, Shell declara que va a utilizar los cálculos realizados sobre el cambio climático por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MITI). Estos cálculos indican que, en el escenario Blueprints, la captura y almacenamiento de CO2 se traduce en que se dé una menor proporción de cambio climático, posibilitando que las emisiones artificiales de los principales gases de efecto invernadero queden igualmente reducidas. La aleccionadora realidad que se desprende de esta reflexión empresarial es que el escenario “Blueprints” sólo podrá suceder si los diferentes políticos acuerdan un enfoque global del comercio de emisiones y promueven activamente la eficiencia energética y las nuevas tecnologías en los cuatro sectores económicos siguientes: Generación de calor y de energía, Industria, Transporte y Edificación o Consumo (Residencial, Servicios y Comercio y Construcción). Shell también matiza que será un trabajo muy duro y contamos con poco tiempo.