Opinión

2020, el año de la bestia

De nuevo Madrid anda loquito por lograr de una vez una Olimpiada. La urbe, la ciudad por antonomasia, está desesperada porque los miembros del COI que estos días visitaron la villa y corte reconozcan su categoría y eleven la misma en 2020 a la de Barcelona, porque, al parecer, tras la organización y celebración de unos juegos su arrogancia centralista se vería reconfortada por la calidad, calidez y categoría de haber sido capaz de hacerlo. Pero a ras de calle la milonga no suena tan bien.



Sorprende el oscurantismo que rodea las millonarias inversiones que se realizan, las opacas cuentas de un Comité Olímpico Internacional que promueve a través de estos "deportivos" encuentros, salvajes operaciones urbanísticas y de otras índoles sin que se sepa, con claridad meridiana, cuánto cuestan los cinco aritos de marras y de dónde sale el parné.



No es sólo por su maloliente descaro, heredado de la sospechosa cabezonería del ahora Ministro de las Tasas, Alberto Ruiz Gallardón, es que no cuadra esa supuesta sinceridad del ahora Vicepresidente del COE, Comité Olímpico Español, Carmelo Paniagua, que se ha permitido asegurar que "que Madrid no tuviera los Juegos sería algo fatal para nuestro deporte"... ¡La afirmación sonroja por impresentable!



Y sino, que se lo pregunten a

los Padres y sufridos promotores

de Escuelas Deportivas, Clubes, Asociaciones, Sociedades y otras martingalas sin ánimo de lucro que, por no tener, no tienen ya ni el apoyo -real- de muchos ayuntamientos, porque están casi en bancarrota... ¿Qué tendrá esa Olímpica bestia? O mejor dicho, ¿cuánto?