Opinión

Para Pinocho

Desde ayer por la tarde, anda rondándome la “trasta” (de esa guisa solía llamar —sobre todo, cuando uno o varios de sus hijos nos comportábamos como singular, dual o plural trasto—, mi señera y señora madre, Iluminada, lamentablemente finada, a la testa) el estribillo de una canción irónica, popular, que solíamos cantar en grupo, a cappella —el DRAE, por fin, ha seguido la recomendación que le hizo el Diccionario panhispánico de dudas y ya la ha adoptado en su seno y adaptado gráficamente al español con la forma a capela—, cuando estábamos en Navarrete, en el colegio, postulantado o seminario menor que regentaban los Padres Camilos, e íbamos a pasar el fin de semana de acampada (a “El León Dormido” o a la sierra de Codés):

“De mi suegra no hables mal / Porque la defiendo yo; / Y si la quieres quemar / La leña la pongo yo (bis) / Y las cerillas también; / De mi suegra no hables mal, / Porque la defiendo yo”.

Siguiendo la estela que ha dejado en mi ánimo y mi memoria la tónica irónica y festiva del estribillo antedicho, me ha nacido la idea de trenzar una cancioncilla censurando las medias verdades (que para el grueso de la ciudadanía suelen ser las peores de las mentiras) a las que son tan aficionados (y hasta adictos) muchos de los políticos patrios:

Se lo merece, / Se lo merece; / De nada vale / Que rece y rece. // Se lo merece, / Se lo merece; / Conforme miente / Su nariz crece.

Ángel Sáez García

Licenciado en Filología Hispánica