Opinión

Sobre mi padre, Mario Gaviria

Mario Gaviria junto a su hija Nathalie y sus tres nietos Mario, Álvaro y Gabriel
photo_camera Mario Gaviria junto a su hija Nathalie y tres de sus cinco nietos, Mario, Álvaro y Gabriel

Sin ti me siento, como decía Sabina, extraña como un pato en el Manzanares, vacía como un Cortes sin tu pasión, como una fiesta sin cerveza, como unos Sanfermines sin colocón…
Recuerdo los paseos en bici al atardecer por las Bardenas; las excursiones al Ebro con el coche, la barca y el colchón; las cenas con tertulia en el jardín… con los tíos, los primos, con un profesor australiano o de Nueva York, y un alumno de Cadreita, Cascante o Alagón. 
Los niños cuentan cómo en Cortes les enseñaste a montar en bici. Sí, tú, ¡empujando!
Cortes fue siempre tu refugio. El lugar donde nació y del que nunca se fue.
A recoger tomates con 2 años: - Mamá, “tiene que ser gordo, rojo y sin bicho”, les habías dicho.
A jugar al fútbol con “FairPlay”.
A remar en La Loteta o a leer cuadros y estadísticas.
También recuerdan aprender a contar cuántos pasaban por minuto por la playa de Benidorm. “Eso es un trabajo de Campo” les decías. A mí me pusiste a hacer encuestas y entrevistas contigo en esa misma playa con tus estudiantes unas navidades. “Benidorm tiene el mejor microclima del mundo junto con Canarias y Miami”. “España es el mejor sitio del mundo para vivir”, decías.
Hemos ido de juerga juntos, en Sanfermines y Tudela, con tus amigos y mis amigas cantando hasta el amanecer, “y nos dieron las 10 y las 11, las 12 y la una”… Tu casa ha estado abierta a todo el mundo.  Me has confiado tus amores y problemas y yo los míos, y has estado en los momentos difíciles. 
En los partos, en el fácil, el de Mario, un mes andando Retiro arriba, Castellana abajo, para que saliera. En el de Álvaro y Gabriel, en la puerta de Reanimación diciéndome que Gabriel pesaba más de un kilo y estaba bien. Gabriel, fuerza de Dios y de su Abuelo, pesaba 885 gramos, se debatía entre la vida y la muerte, y tú te llevaste a mi marido a tomar el aire: “-Venga, Jesús, una cerveza, vamos, que tienes que relajarte”.  Jesús aún te agradece “esa cerveza”.
Siempre has sido un entusiasta del trabajo que conseguías contagiar a tus equipos y que se convirtieran en tus amigos. Para ti trabajar era un placer, te los inventabas, invertías tiempo y dinero y luego intentabas venderlos. Recuerdo en Nueva York que yo quería ir al Metropolitan y de compras y tú te pasabas horas en las librerías. Fruto de esos libros, que mandamos por barco a España, y tu trabajo, fue traer el agua potable a Zaragoza. 
Cuando iba a ir a Berkeley a estudiar en el 85 se empezó a hablar del SIDA en California. No querías que fuera… Al final fui y me pediste que te comprara libros sobre el SIDA y que fuera a asociaciones de Gays para recoger folletos de medidas de prevención. Luego hiciste la campaña “Pontélo, pónselo” en Pamplona. Estuve contigo en las reuniones para elegir el lema. Siempre tuviste conciencia social. 
He coincidido, en EEUU, en el rellano de mi apartamento, con alguien ¡Que te conocía!, había trabajado contigo y te admiraba. Pero eso me ha ocurrido con mucha más gente, en cualquier sitio. Gente que te cuenta que tuvieron una beca en Nancy gracias a ti. Catedráticos como Jesús Leal, para el que eres el mejor orador del mundo… Otros que dicen que eres un líder nato, o que eras “un adelantado” o “un loco”. Eras diferente, no te alineabas con nadie, más que con tus ideas. No querías ser de ningún partido político para poder decir siempre lo que pensabas.
Eres eso y mucho más. Pero sobretodo eres un gran padre, de tus hijas, pero también de tus colaboradores… Eres un gran sociólogo y todos los periódicos se han hecho eco de lo que aportaste a la sociología, al urbanismo, a la ecología… y de tu generosidad.
Yo quiero hacerme eco de tu talla humana, que está si cabe, por encima de la profesional. Ramón López de Lucio, me decía ayer desde París que has sido y eres muy importante para España y no se te ha reconocido más porque preferías un vino con un amigo que un acto social.
Así eres tú, y así estoy yo sin ti… como un náufrago sin horizonte, como aquel velero en Cuba que por poco nos tumba… “Nathalie ha sido valiente”, le dijiste a Amancio Prada en La Habana y él te preguntó: -¿Valiente o inconsciente?-. -¡Valiente!, contestaste-. -No, Papá, valiente has sido tú hasta el último aliento. 
El sábado anterior al que nos dejaste les hablabas a mis hijos de Carlomagno, de Sócrates, de la importancia de que un judío comprara el Wanda, de los valores cristianos… y cuándo te quejaste a la enfermera de que ya no eras capaz de estar sentado ni media hora, ella te dijo “pero Mario, si has estado 3 horas hablándoles a tus nietos de Carlomagno…”. Y lo increíble es que te escuchaban calladicos y atentos”.  Luego nos dijiste:-“Han sido las mejores 3 horas de los últimos meses”. Ese eres tú, el gran profesor y gran abuelo.