Opinión

Saber querer, no sólo en San Valentín

El ciclo se repite y, nuevamente, el frío de febrero trae la comercial festividad de San Valentín, ese día en el que todos parecen amarse.

Ocurre como en Navidad, ese tiempo de tregua para la mala fe y la mala baba, época en la que la ficticia felicidad parece superar el realismo trágico de la profunda levedad de la existencia.

¡Y ni lo uno ni lo otro!

Querer, amar, respetar, apreciar se deben saber y ejercer por naturaleza, partiendo de la premisa única y última de valorar a los demás como a sí mismo. ¡O incluso más, dado que somos, unívocos y muy muy poca cosa, más allá de esa asquerosa altanería que se prodiga ahora social e hipócritamente!

Si no amas a la mujer, porque te dio vida; al hombre, porque te acompaña; al niño porque te endulza; al viejo porque te ilustra,  narra y cuenta, poco o nada puedes esperar de la vida y de ti mismo. El milagro de la existencia, el misterio del universo y nuestra miseria mundana poco o nada te podrán aportar...

Vivir es sólo eso, querer cuanto acompaña ese valor único, moneda internacional, que es el tiempo.