Opinión

Figuras de amor y paz

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Este mes es el mes de los niños. Es el tiempo de la inocencia, el momento del regocijo colectivo que debiera inundarlo todo durante todo el año, y sólo se respira ahora, y gracias a ellos.

Es por ello que figuras y elementos como los Tres Reyes Magos de Oriente, Santa Claus u Olentzero, que inundan estas fechas, representan la ilusión ante la candidez -siempre interesada- de los más pequeños ante la llegada de un final de ciclo, -solsticio natural, efeméride religiosa, cierre de ejercicio, a un tiempo-, que, guste o no, nos marca con sus colores y sus tiempos.

Es ésta una poesía de intérpretes e interpretaciones en la que cada elemento, cada portador de regalos impera a su estilo, pero de igual modo impregna la realidad y el día a día de un mes marcado por los buenos deseos y el parón obligado que supone despedir un periodo y recibir otro -se supone- cargado de amor y paz, que mejor que nadie ellos cinco representan e imploran.

Así, estas figuras -bien distintas, por diferentes, pero bien avenidas, en esencia-, iluminan mejor que nada ni nadie la pluralidad de la convivencia y la multiculturalidad de la realidad. Porque son, en sí mismos, elementos intrínsecos al momento vivido, partes de nosotros y nuestro tiempo, figuras que nos sustituyen por completo.

De este modo, es imposible escapar a su embrujo, abandonar su influencia, alejarse de su espíritu mágico -alegrador de almas, poeta de silencios, inspirador de miedos y ruinas, pero también engrandecedor-, de forma que estos cinco jinetes de la ilusión son, en este mes y en este tiempo, los mayores embajadores de la ilusión que en el hombre perdura escondida entre miedos, perezas y esperanzas. Porque cada figura de este Belén gigantesco que es la humanidad necesita verse reflejada en un personaje que le arrope y represente a un tiempo para, a pesar de todo, sentirse vivo y en comunión con los demás, porque... ¡Es Navidad!

Mariano N. Lacarra

Director