Opinión

Fiestas y verano

Llegó el momento. El calendario comienza un ciclo que cierra un ejercicio e inicia otro periodo. Estamos en Fiestas, llegó el verano. ¡Que todo se pare!

Diga lo que diga el año, es ahora cuando se hace balance, cuando la Fiesta sustituye a la realidad, cuando la ruptura que suponen 7 ó 9 días de actividades diferentes determinan hacia dónde va a ir la vida. Por ello, habremos de saber entender esta transgresión rompedora como terapia colectiva y personal para renovarse y volver a empezar en septiembre, con el inicio de curso.

Las Fiestas, como el verano, de este modo, representan un ritual que nos ayuda a liberarnos más que la Navidad y el Año Nuevo. Son guerra para la paz, o la paz que trae el jolgorio y la sinrazón de este periodo.

Así, las Fiestas suponen una postura tribal, un posicionamiento más humano que racional, más tradicional que ordenado. Porque la Fiesta, más que alegría, es saber romper el orden sin destrozar el entendimiento, la razón. Sólo perdiéndola efímeramente por el calor y el exceso.

Por ello, fiel lector, ¡disfrute de este tiempo con pasión y desenfreno! Porque el día a día y la agenda de las obligaciones ya nos irán diciendo -e impidiendo- disfrutar de estas cosas de la vida que, además de sueño, son ilusiones.

Perdámonos en la ilógica rectitud de los cambios que aventa la improvisación y la sana vitalidad que dan la libertad y la frescura de estar suelto. La Fiesta y el verano son al ser humano lo que el agua al germinar, pura poesía... ¡Vivámosla!