La comedia y el terror son dos géneros que andan muy cerca. Por el momento, sólo han muerto a causa del virus del Ébola 4.000 personas, según la OMS, y la que se ha liado en el absurdo, ridículo e hipocondriaco primer mundo. Este espacio medio tonto en el que vivimos un 10% de la población a costa de destrozar el planeta y sumir en la pobreza al resto de la humanidad. Gobernado, además, por una panda de políticos ineptos e iletrados.
Es lo que tiene vivir al pairo de los intereses de las multinacionales farmaceúticas que financian la Organización Mundial de la Salud, y de los cuatro que mueven los hilos interesados de la economía, la opinión pública, y esta estupidez de convivencia en ‘democracia’.
Entretanto, cada día mueren en el mundo de causas evitables, según Unicef, nada menos que 19.000 niños y, mientras escuchamos el dato, sentados en el sofá, ante el infame ‘parte’ televisivo, ni pestañeamos mientras nos hinchamos comiendo y picoteando cualquier ‘mierda’ prefabricada. Y, eso sí, temblamos de ese miedo que saben inducir los poderosos dueños de esta timba para tenernos estabulados cuando una migaja de la muerte, con quien ya no sabemos convivir, se nos acerca.
