Opinión

Cabezudos de andar por casa

Los cabezudos son nuestros protagonistas este año. Acompañan a los gigantes y, a un tiempo, completan la comparsa. Son representaciones de nosotros mismos y reflejo de nuestros anhelos.

Curiosamente son, igualmente, testarudos, duros de mollera, difíciles de convencer. Por ello, hay que ensalzar su figura, para que superen el trago que les va a suponer asumir que las cosas están cambiando en este nuevo siglo, ya entradito en años, y con 15 soles, niña bonita del nuevo despertar.

La vida pasa, la sociedad se transforma, y con ella, los hábitos se modifican y adecúan. Así, cabezonamente, todos nosotros arrastramos repetidamente rutinas y hábitos que en otros ámbitos, ya no se entienden.

La gente se deja arrastrar, y cada espumoso golpe -como esas caricias que dan nuestros cabezudos amigos con sus batutas de orden e infantil acoso-, son llamadas de atención recordando la necesidad de actualizar un estilo que va quedando atrás.

El mensaje es claro, la Fiesta no puede ser, dolientemente, un aburrido redoble. La Fiesta cambia, como se transforma nuestra vida. De modo que toros, procesiones, encierros, jotas, encuentros, cohetes y algarabías, habrán de sufrir metamorfosis, como cambia animosamente cada porteador cuando se envaina el cartón piedra de éstas, nuestras simpáticas figuras.

Por ello, es tiempo de disfrute y de políticos silencios. Es momento ya, de Fiesta y de pueblo, porque a esta música sólo le cabe la letra que la ciudadanía vaya componiendo

y entonando cada nuevo día.