Opinión

¿Triunfo y fracaso? ¡Impostores!

Acabo de llevarme a los ojos el último artículo, con título en inglés, “Fast Feed” (“Alimentación rápida”) de Risto Mejide, publicado el domingo pasado, 19 de marzo, en El Periódico. En él viene a hacer lo que ha llevado a cabo muchas veces el abajo firmante, su seguro servidor de usted, lector (sea ella o él), la crítica de la crítica. El crítico (tendemos a quedarnos habitualmente con la segunda acepción que da el DRAE del verbo criticar, “hablar mal de alguien o de algo, o señalar un defecto o una tacha suyos”, y pasar por alto la primera, “analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate”), para serlo en toda su extensión, ha de decir qué le ha gustado y qué le ha disgustado de lo que sea que critique y dar sus argumentos o razones que apoyen dichos pareceres.

 

Más de una vez he leído lo que Mejide (lo ha confesado en varios sitios) ha vuelto a iterar aquí, en el artículo mentado (y me veo empujado a elogiar su gesto de sinceridad), que se siente un intruso, un impostor. Borges, autor de innumerables frases memorables (como para muestra basta con un botón, ahí va una de su vasta cosecha: “Todos caminamos hacia el anonimato, solo que los mediocres llegan un poco antes”), escribió (acaso sería más apropiado urdir que talló la siguiente joya) en “El palabrista”: “El azar (tal es el nombre que nuestra inevitable ignorancia da al tejido infinito e incalculable de causas y efectos) ha sido muy generoso conmigo. El azar dice que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o de chapucero o de ambas cosas a la vez”.

 

A Risto, por lo que leo, parece importarle e interesarle solo el fondo del asunto. A mí como el fondo suele ir acompañado de la forma, y viceversa, me importan e interesan ambos (sobre todo, si hay, o no hallo, coherencia y cohesión entre ellos). No obstante, abundo con él (quiero decir, me cuento entre quienes detestan que a uno lo rapen sin haber decidido él, por propia iniciativa, ir a que le hiciera dicho corte su asiduo peluquero) en que no soporto que nadie nos tome impunemente el pelo, se ría de nosotros (y menos aún, en nuestra misma cara).

 

Como no leo (ni puedo leer, por ser meramente imposible) todo, no puedo comprobar cuanto denuncia Mejide. Ahora bien, me consta que en todas las profesiones hay sujetos mal inclinados, perversos. La periodística no es una excepción a dicha regla. Los comportamientos mafiosos que censura se han hecho merecedores de la misma, sin ninguna duda. Barrunto, presiento o sospecho que esos malévolos procederes se dan, seguramente, en otros ámbitos.

A propósito de la carambola, casualidad favorable, o del fiasco (sea este académico, amoroso, empresarial, laboral, médico,...), para concluir este escrito, afirmo lo que tengo por pensamiento imposible de contradecir y más de una vez he trenzado en otros textos, que hace muchos años leí (luego lo he releído en infinidad de ocasiones) el magnífico poema “If” (“Si...”) del Premio Nobel de Literatura de 1907 Rudyard Kipling, donde su autor, el afamado literato británico, sostiene en la segunda estrofa de la susodicha obra maestra, un canto a la integridad personal y al estoicismo humano, su idea (que se verá y/o será completada al final, con los dos versos que coronan la última) de que: “Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso, / y tratar a esos dos impostores de la misma manera; / si puedes soportar oír la verdad que has dicho, / tergiversada por villanos para engañar a los necios; (...) / Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, / y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!”.

Ángel Sáez García

Filólogo