Los que nos acercamos en aquel lejano a pegar carteles para las europeas del 2014 y los que curioseamos en los círculos regeneracionistas de Podemos ya pudimos advertir el cáncer mortal que se podía consumar en el territorio navarro: sobraban algunos oportunistas, el llamamiento masivo transversal atrajo a elementos con ideologías poco recomendables (de la vascofobia a las candidaturas que promovían que el cambio no pasaba con EH Bildu), faltaba priorizar unas sólidas estructuras internas, sobraba miopía mediática, escaseaba el trabajo de calle y se aplazaban algunos debates elementales al dedo del Dios supremo, es decir Madrid.
El segundo error fue no entrar en el Gobierno del cambio de forma activa y ahora sufrimos el infecto show que nos regalan dos trincheras. Están por un lado los partidarios de Laura Pérez, que no aceptan su derrota y juegan con un cambio que ha costado años por su mayoría en el Parlamento (coaligados por señores que practican guerra sucia en las redes contra personas inocentes). Y por el otro los seguidores de Ainhoa Aznárez, señora que nunca pierde y que lleva viviendo de la teta pública desde hace más de una década. A los segundos les sobró la factura que se cobraron cortando cabezas a nivel interno tras su exigua victoria, pero ambas escuderías debieran firmar una tregua y tendrían que dejar de mirarse el ombligo para priorizar el cambio a sus intereses más personales que ideológicos.
Podemos Navarra se ha convertido en el eslabón más débil del cambio, en contraposición con la fuerza de EH Bildu, Geroa Bai o Izquierda-Ezkerra, que contemplan incluso mejorar sus resultados de cara a 2019. Laura Pérez por honestidad debiera dimitir como parlamentaria cuanto antes y aceptar su derrota de hace unos meses. Y el resto de afiliados debiera vigilar en la cercanía a Ainhoa Aznárez, ya que el oportunismo podría complicar un nuevo triunfo de el cambio, que es lo único que importa de esta película para no dormir.
Podemos Cambiar Navarra (PCN)
