Opinión

Matan a nuestros pequeños. Basta de impunidad

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Me costó reaccionar y lo hice sumida en un mar de lágrimas y absolutamente perpleja del punto al que puede llegar la maldad humana. No esa maldad del extremista que pone una bomba en un concurrido parking a muchos kilómetros de su hogar y del mío -que también-, sino la de esa persona aparentemente normal que hace cola delante de usted y de mí en cualquier supermercado.

¿Qué daño podría hacerle un joven y noble perro que pasea o juega en un espacio que es de todos acompañado de su no menos noble dueño? Por qué esa aversión a nuestros pequeños y grandes peludos? Quién es usted para decidir cuándo poner fin a sus vidas?

Nadie en nuestra comunidad podría concebir la repentina muerte de un niño inocente que toma del suelo un veneno dejado allí por un maldito asesino en forma de apetecible golosina. No conciban tampoco el de un ser igualmente puro como es un perro. Dan se ha ido injustamente dejando sin consuelo a una familia humilde y trabajadora que le amaba quizá más de lo que tal vez su asesino pueda amar nunca a sus propios hijos. Y no somos pocos, ni merecemos menos respeto, quienes en la cercanía o en la distancia lloramos su pérdida y exigimos el fin de la impunidad de estos miserables actos. ¡Basta ya!

Eva López Apastegui

Amante de los animales