Opinión

La codicia es humana

La encontramos en muchos de nosotros, asida a la propia naturaleza humana, aunque suene a antiguo lo del “becerro de oro”, lo de “poderoso caballero “Don Dinero”, para muchos siempre lo más es conseguir “perricas” con el menor esfuerzo. También, en los propios sectores económicos más poderosos, la codicia está muy enraizada. En nuestras sociedades, las grandes corporaciones son tremendamente sensibles a las decisiones que se toman desde las propias administraciones, al acaparar éstas, desde sus presupuestos un % muy importante del producto interior bruto, por encima del 40%.

Sectores económicos poderosos ofrecen a las administraciones tanto productos como servicios, necesarios para su cometido. De las decisiones que tomen determinados responsables (políticos y funcionarios) dependen en gran medida la viabilidad de los ofertantes y, lógicamente, estos responsables son sus objetivos centrales, a los que quieren ablandar, para más tarde ofrecerles gabelas y compensaciones, como agradecimiento a la mejora, cierta, de su cuenta de resultados.

Los corruptores les proporcionan todo tipos de cuartadas psicológicas: al principio siempre es la necesidad de financiación para el Partido de turno, como única justificación; luego que si trabajan mucho, que si valen mucho, que si ganan muy poco en comparación con los sueldos del mercado y con la responsabilidad que contraen… Así se fundamenta la corrupción, en la codicia humana. En todo tipo de países hay personas amigas de lo ajeno, que no se dicen que ellos roban, sino que se resarcen de lo mucho que trabajan y de lo poco remunerados que están.

Para aguantar semejante falta de moral, los corruptores de todos los pelajes (léase conseguidores, empresarios y demás ralea), les ofrecen buenas razones dinerarias, a cambio de información sensible, que posibilite conseguir sus respectivas ventajas económicas, o para que acepten las trampas necesarias en el concurso, o les terminen por asignar determinas obras o servicios, llevándose beneficios de manera tramposa, frente a la competencia. Los corruptores siempre se justifican, diciéndose que su competencia hace lo mismo, y que si no, no trabajarían. Incluyen el coste de las gabelas en los presupuestos.

Los actuales Gobiernos de la etapa democrática tienen más poder que cualquiera de los antiguos Reyes de Navarra, que siempre se enfrentaban a unas Cortes cicateras ante cualquier subida de impuestos. Hoy el Gobierno navarro pastorea el 47% de nuestro PIB ¡eso es mucho, pero que mucho dinero! y demasiados empresarios están interesados en fomentar el despilfarro de la clase política, que decide y gestiona tantos dineros públicos, y así obtener pingües beneficios para arreglar o mejorar sus cuentas de resultados.

De aquí vienen las más de las veces los conflictos de intereses, que tantas veces acaban en corrupción. En fin, apenas hay nada nuevo bajo el sol, sabemos que no hay condiciones de vida, por muy perversas o malas que sean éstas, a las que un hombre no pueda acostumbrarse, especialmente si a su alrededor otros muchos las aceptan.

La codicia es humana, pero hay que combatirla cuando rompe los límites de la legalidad. Pero lo más eficaz, lo que demasiadas veces olvidamos, son los principios morales. Lo que en nuestra civilización llamamos las Tablas de la Ley, los 10 Mandamientos, que el séptimo dice “No robarás”, y el décimo “No codiciarás los bienes ajenos”.

Ricardo Guelbenzu