El nacer es como un abeto de Navidad: con bolas, ilusión, alegría, iluminado de luz, guirnaldas y vida.
Conforme vas creciendo, las bolas, nuestros seres mayores más queridos, irán desprendiéndose del árbol perdiendo firmeza.
Pero nos quedará alegría para festejar acontecimientos extraordinarios: amores, uniones, Navidad, Año nuevo… Y la luz irradiará a los amantes al tener un hijo, alumbrando su camino.
La ilusión de la Navidad comienza a declinar cuando muere algún ser querido que la mantenía viva. Muerte-vida, antónimos inseparables. Todos tenemos que pasar por estas circunstancias que forman parte de la existencia, pero que en determinadas fechas como éstas, lastiman especialmente.
Las guirnaldas comenzarán a marchitarse, semejante a los seres humanos. Pero a pesar de todo, nos incumbe guardar ímpetus e ilusión para afrontar un nuevo día y forjar una vida más desprendida, más cordial y solidaria. Como los viejos árboles deberemos de proporcionar una generosa sombra a nuestros hijos y nietos.
Al final, la luz se atenuará poco a poco. El árbol se resquebrará y se destinará como receptáculo para marchar hacia la luminiscencia del origen. Y entonces, quizás veamos de nuevo; el abeto iluminado.
Feliz Navidad y moderado próspero 2019.