Opinión

Independencia navarra

Hay rincones de la historia de Navarra harto incómodos para nuestra clase política y para la historiografía oficial. Por eso se suelen soslayar o se cubren con el capusai del olvido. Es el caso de León Iriarte, Pablo Barricarte y otros militares navarros, fusilados por intentar “proclamar la independencia de Navarra”.

De hecho, no fue un historiador, sino el escritor Pío Baroja, el primero que nos dio noticias de lo ocurrido, allá por 1837, en plena carlistada. Por aquella sazón la sospecha de ideales de independencia para las cuatro provincias ya rondaba en muchas cabezas, y viajeros como Chao, Mackenzie, Laurens, Wilkinson y Somerville dejaron escrito que se quería entronizar a Zumalacárregui como “Rey de Navarra y Señor de Vizcaya” y cosas similares.

Pero el caso es que Iriarte y sus camaradas no eran carlistas, sino liberales acérrimos, y fueron condenados bajo la misma sospecha independentista. León Iriarte, era de Iruñea, y se hizo militar liberal tras la guerra de la Independencia, en la que sirvió a las órdenes de Mina. Su hermano había sido enterrador de Pamplona y fue fusilado por los franceses cuando se dieron cuenta que transportaba fusiles en los féretros.

Estallada la guerra carlista, Iriarte fue comandante de los voluntarios realistas, y se enfrentó a los carlistas en el valle de Orba, Aibar, Aoiz… Pequeño, audaz y turbulento, dicen de él que peleaba siempre a caballo. Baroja afirma que “le caracterizaba también su tendencia localista; lo que pasaba fuera de Navarra le debía interesar muy poco”. La figura de Iriarte, alias Charandaja, hace reflexionar a Baroja sobre “lo mal que se armoniza la furia vascónica de los navarros con la tranquilidad de los otros vascos”. Y esto le lleva a su famosa conclusión: “Yo creo que actualmente hay dos clases de vascos: unos que miran las aguas del Ebro y otros las que van al Cantábrico. Los del Ebro, de llanuras, se han hecho por la raza o por el ambiente, violentos, sociales y oratorios. Los de las aguas del Cantábrico, de valles estrechos, son pacíficos, buenos, sociales y poco habladores. El encierro de los toros en Pamplona y el buey ensogado que se corría en San Sebastián hace años, marcarían el carácter no ya sólo de dos ciudades, sino de dos tipos de vascos: el ibero y el cantábrico”.

Y León Iriarte representaba a los vascos ibéricos. En agosto de 1837 era evidente el malestar de las tropas francas que operaban en Navarra. Los oficiales decidieron obrar por su cuenta, ocupar Pamplona y proclamar la independencia de Navarra. Con este motivo redactaron un documento que firmaron la mayor parte de los oficiales, con el coronel Iriarte al frente. Tras ocupar Pamplona, los rebeldes mataron al general Sarsfield y al coronel Mendivil. Unos meses más tarde Espartero entra en Pamplona y controla la situación. Juzga a los sediciosos y les condena a muerte. En la Taconera son fusilados los seis máximos acusados. El último, sonriente y valeroso, fue León Iriarte, por ser “el primero que firmó la relación de su batallón de los que se comprometieron a proclamar la independencia de Navarra”.