Opinión

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCCXI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Pues discrepo o disiento, querido amigo, porque no hubiera sido ningún baldón ni pesada carga portar tal nombre. Como sabes, al primogénito del rey francés y, por ende, heredero del trono del Hexágono, lo llaman de esa guisa, Delfín. Incluso hay una expresión latina, ad usum Delphini, para referirse a la obra clásica grecolatina expurgada del pasaje escabroso que iba a leer el joven Delfín. Ahora bien, entiendo que la opción materna de la fusión de los nombres de los dos abuelos se impusiera e imperara la cordura, la pura y dura sensatez.

Mi cuñada María José, esposa de mi hermano Eusebio, verbigracia, sin ir más lejos, se apellida León. Tampoco es zumba, sino dato constatable, suministrado por la realidad. Hace poco, acaso ayer, este lector, a quien hay quien le llama león (por leedor empedernido —cuando él acude a tomar café al tudelano bar “La esquina” suele coger a este menda leyendo el diario—, impenitente), leyó en una columna que hubo quien se llamó León de nombre y León León fueron sus dos primeros apellidos.

Cuánta razón tuvo el comediógrafo Tito Maccio Plauto al colocar en su obra “Asinaria” (que va de la venta de unos asnos, bestias de carga, animales irracionales, que llevaron a cabo unos burros, varones estúpidos o imbéciles, animales supuestamente racionales, pues solo sirvió la susodicha venta para coronar una procacidad) la frase en latín que recoges y que, traducida, viene a decir: “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando ignora quién es el otro”.

Pues (con retraso —ayer hubo actuación musical en el cíber-café “Praga“, donde ahora, desde uno de sus dos ordenadores, te contesto; vine por la mañana, antes de las doce, pero Alberto, su dueño, ya estaba preparando el escenario para la tarde—) ahí va mi más sentida y sincera enhorabuena para tu primo Josean, su esposa y sus respectivas parentelas.

Espero y deseo que todo lo concerniente a las nupcias saliera a pedir de boca.

Por cierto, una tarde (de los seis días que he pasado recientemente en Cornago, en casa de mis dilectos primos Nicolás y Pili) tuve la ocasión, oportunidad o buena suerte de ver y saludar a tu tío Sebastián (ya sabes qué expresión le viene a la boca y repite hasta el hartazgo desde que le ocurrió su problema de salud). Estuvo muy cariñoso conmigo. Quería mucho a su primo Eusebio, mi piadoso y difunto padre. ¿Sabes que hizo (coincidió en) la mili con mi padre en aviación, en Getafe?

Cuando te apetezca, estoy dispuesto a escuchar tu relato con pelos y señales.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García

Licenciado en Filología Hispánica