Opinión

¡Ah, la calor!

Esto… ¡qué cosa! No he conocido verano del que nadie se haya quejado.

Esto… ¡qué cosa! No he conocido verano del que nadie se haya quejado. ¡Cómo sube el mercurio!  Un poco pronto, ¿no? Y es que pareciera que el estío desea cada vez llegar antes, como con prisa, tras una primavera anodina, escasa, que transcurre veloz y que se muestra poco tiempo floreciente.

Si, llegó, llega el verano, y trae, como es su costumbre, cambios. Cambian los planes, cambian las horas, cambian los días, cambia la piel. Incluso el humor cambia. Hay otros planes en torno a las festividades, y las horas tornan en tiempos tediosos. Y la luz, la intensa luz de los días, amplía sin permiso su duración. Pieles rojas sin protección se pasean por servicios públicos (o privados) de recintos para el solaz, recreo y refresco de unos y otros.

"Parece que el estío desea cada vez llegar antes"

Y las vacaciones. Ese reducto de tiempo y espacio que supone, o debería, un antes y un después en la ocupación cotidiana, en el trabajo, en la rutina. Eso sí, sin bajar la guardia en el respeto del que todos somos, simultáneamente, deudores y acreedores.

Playa, montaña, valle, piscina. Apartamento, camping, hotel, chiringuito. Las jornadas de asueto y descanso tienen, por diversas, un objetivo común: Cambiar. Levantar la vista y descubrir cuatro o tres (según los casos) paredes diferentes. Por unos días sólo, claro.

En fin. Se parte el año, y en parte, se paraliza el país. Llegará después el suelo ocre y todo se pondrá en marcha de nuevo, en un intento de renovar y vivir.

Así que, de corazón, ¡Feliz verano, Felices fiestas y suerte de la buena para todos!