La que han montado estos días, desde la ocurrencia de Marcilla, con la ‘disgregación’ matutina, ante el testigo mudo y perplejo de una buena escuela.
¿Tanto cuesta integrar, unir, aunar, agrupar? ¡Sumar en definitiva! ¿Tanto cuesta desear los buenos días al prójimo?
La insistencia de unos y la cerrazón de otros dejan la convivencia, el respeto, la colaboración y la educación a la altura mísera del calentón o la ocurrencia.
Así, mal, muy mal vamos.