Opinión

Las Fiestas de Tudela, catarsis colectiva

Después de un año, en el ámbito colectivo, bastante decepcionante por la irresponsabilidad de los políticos en general, las fiestas suponen un soplo de aire fresco en el devenir de la vida. También, un alto en las preocupaciones y problemas de cada cual que, estos días de ambiente lúdico, invitan a dejar a un lado.

Es una catarsis colectiva sumamente sana psicológicamente, y que, junto con los actos de solidaridad, constituye una de las muestras más saludables que puede unir a los humanos como grupo. Es un fenómeno social. Históricamente, todos los pueblos y culturas, han organizado celebraciones y fiestas, de una u otra manera, cuya finalidad ha sido y es, disipar la tensión acumulada en la vida cotidiana. Es dejar a un lado la racionalidad y dejarse llevar por las sensaciones y los sentimientos, en un ambiente tácitamente pactado de tolerancia y de relajación de las costumbres habituales.

"Dejarnos ya en paz unos y otros... dejémonos llevar por sensaciones"

 

Nuestras Fiestas entran por el oído, además de por la vista. El bullicio de la calle, el colorido blanco y rojo de las vestimentas, el desenfado espontáneo y ocurrente de nuestros paisanos, el sonido de las charangas, la bajada de la plaza de toros, constituyen un espectáculo que contagia y arrastra a un estado de especial euforia y optimismo. Para mí, todavía constituye un espectáculo salir a la calle y observar la alegría desbordante de la gente, aunque sea como mero espectador. Es como una tregua, en la que se vive el momento olvidándose, al menos momentáneamente, de los problemas y servidumbres de la vida diaria.

Estos días no se deben contaminar con consignas ni propagandas políticas ni ideológicas: “¡dejadnos ya en paz unos y otros!”. Deben ser días de convivencia, confraternidad, y “buen rollito”.

Ángel Cornago Sánchez

Tudelano