Opinión

¿Adiós Cataluña?

Todo el proceso reciente del separatismo catalán ha sido un esperpento, desde el referéndum, sin las mínimas garantías de cualquier proceso electoral democrático, hasta estos últimos días que han sido realmente de delirio de personajes, la mayoría incompetentes, trileros y mesiánicos.

Los gobiernos, desde hace años, abdicaron de su responsabilidad y dejaron crecer la hidra, haciendo dejación de su deber. La educación perversa y tergiversada es la más grave, inmoral y flagrante consecuencia, porque se hace en niños en proceso de formación.

Dicho esto, los nacionalismos, una vez que tienen asegurada su lengua, sus costumbres, su folklore, su territorio, incluso su autogobierno, deben tener otros motivos para conseguir sus fines. Uno de ellos, que piensen que sus ciudadanos pueden ser más ricos que los demás por los propios recursos de su país. Este motivo lo entendería; pero si se les hubiera tratado igual que a todos. Cataluña ha recibido mucho más de los diversos gobiernos que el resto de las provincias y autonomías españolas, a cambio de unos pocos votos para poder gobernar. Sucede lo mismo con el país vasco. Un voto de un ciudadano vasco o catalán, vale mucho más que el de cualquier región de España.

Pero hay otros aspectos que me repugnan. Los nacionalismos tienen un tufo racista, que puede ser inconsciente, pero real si todos los otros aspectos están descartados. Se sienten diferentes, desde luego no inferiores, ni siquiera iguales, sino superiores. La mayoría lo hemos vivido alguna vez. Los nacionalistas extremistas, en sus métodos para alcanzar sus fines y mantenerlos, con frecuencia son fascistas: intentan dominar los órganos de poder, de opinión, la educación, incluso si pueden la policía y el poder judicial. Así lo atestigua muchos ejemplos en la historia reciente del mundo.

Suele haber detrás de estos movimientos, grupos de poder económico, o político, que por uno u otro motivo alimentan e incluso manejan el proceso para obtener beneficios, ya sean económicos o electorales.

Vivo y he nacido en el “sur” de Navarra, he vivido en León, en Asturias, estoy muy ligado a Aragón, y prácticamente conozco todo el país. Me siento identificado como ciudadano español, amante de mi tierra, de Navarra, especialmente de la Ribera. No miro a nadie por encima del hombro, pero me cabrea que nadie se sienta más que yo por su raza o lugar de nacimiento.

Manteniendo limpias las reglas de juego, que no se cumplen en este momento (son unos tramposos), en un futuro, en un referéndum limpio, si una mayoría clara quisiera ser independiente, no pondría ningún inconveniente. Yo tampoco me siento identificado, ni quiero ir al lado, de quien no me quiere como compañero de viaje.

Ángel Cornago Sánchez