Opinión

Tudela, la del Agro

Cada vez que en esta casa metemos la pata, nos damos una collejas para aplicarnos el infalible remedio de la autocrítica. A otros les faltan las ganas –espero que no el valor- de hacerlo. Nadie va a poner en duda a estas alturas que las Jornadas de Exaltación de la Verdura han sido un éxito sin precedentes. En cuanto a afluencia, retorno económico e impacto en la ciudad. ‘Chapeau’ por ello.

Ahora bien, después de escuchar unas pocas frases en la interesante tertulia de campo a cargo de tres hortelanos de los de antes, los gestores municipales (de todos los colores) de esta ciudad, históricamente agrícola, deberían preguntarse si la deriva que lleva el agro por estos lares no nos va a llevar a comernos nuestras propias jornadas para exaltar algo que dentro de unos años puede convertirse en reliquia. No es sólo la figura del hortelano. Es la huerta en toda su dimensión, su génesis, lo que está en juego.

Se quejaban estos buenos hombres de la indefensión que sufren ante los grandes productores y ante el leviatán del mercado alimentario y de algunas plantas antaño ‘marca Tudela’ ahora desterradas de nuestros hortales.

Otros ejemplos también sangran. La Ciudad Agroalimentaria, de momento, se parece más a una damisela ávida de pretendientes que a un motor de desarrollo real. No vale que el Mercado de Abastos, que antiguamente rebosaba género y compradores cada mañana, se llene sólo cuando nos ponemos el mono de exaltadores. Pregúntenselo a quienes trabajan allí.

Un amigo mío, licenciado en ADE, de 27 años, se planteó hace poco seguir los pasos de su padre y dedicarse al campo. Es uno entre muy pocos. Para que haya más, quienes pueden impulsar proyectos y apoyarlos deberían reconsiderar su volumen de esfuerzo. Si no, la ribera del río acabará echando de menos a aquellos que más la han mimado durante siglos.

Mikel Arilla Álvarez

Periodista