¡Se puede enseñar a un hijo a ser feliz! (1ª parte)

Si a ser feliz se aprende a ser feliz se enseña. Y el primer paso para ello no es un “cómo” es un “desde dónde”, una posición o lugar interno desde donde hacerlo. 

Bebé feliz
photo_camera ¡Se puede enseñar a un hijo a ser feliz!

Si a ser feliz se aprende a ser feliz se enseña. Y el primer paso para ello no es un “cómo” es un “desde dónde”, una posición o lugar interno desde donde hacerlo. 

Un lugar interno de seguridad, de no necesitar verlos felices todo el tiempo. Un lugar desde el que soportar su angustia o, en ocasiones, una presión que ponen en juego para librarse de los límites que toda educación debe aportar. Un lugar que siente y muestra felicidad ¡una felicidad que no es dependiente de la suya! Un lugar donde el poder de alegrar o angustiar el hogar, la convivencia familiar, no es entregado a los hijos y es soportado por nosotros, los padres. 

Si un hijo con su llanto o malas conductas logra algún tipo de beneficio que puede ser, ¡ojo!, material o emocional ...o también recibir continuamente nuestra atención, aprenderá a repetirlo, repetirá la tristeza o el enfado. Debemos quitarles el poder de castigarnos con su enfado o angustia. ¡Que no aprendan ira o pena! 

Nosotros somos los grandes. Les protegemos, también, de la responsabilidad de encargarse de la alegría o bienestar familiar y tomamos nosotros, los padres y madres, esa tarea consciente y valientemente. 

Para que las herramientas y habilidades educativas funcionen, antes padres y madres nos situaremos en el “lugar de poder” o sea, un “lugar desde donde poder” hacerlo. 

Desde donde, con herramientas y habilidades educativas, ahora sí, lograr cambios duraderos e hijos felices.