Opinión

Lo que habría que hacer

Sé poco de las fiestas. Lo justo. Lo que sabe alguien que va cambiando progresivamente la jarana nocturna -cada vez menos sana, por cierto- por las horas de luz cargadas de instantes inesperados, de encuentros, de charlas interminables o de brindis totalmente mágicos al abrigo de un pasacalles de gigantes en Carnicerías. 

Es curioso. Hasta me he aficionado a los ‘marianicos’. Pero sé lo justo de las fiestas. Por eso me provoca cierto cansancio leer, releer y escuchar “lo que habría que hacer” para salvar unas fiestas que supuestamente se van al garete. O eso parece cada vez que se palpan algunas opiniones ávidas de una macrofiesta como bálsamo juerguista. También, desgraciadamente, en los corrillos políticos, pues la semana del 24 al 30 de julio se confirma, cada año con más intensidad que el anterior, como un auténtico asunto de Estado. De ciudad, en este caso.

No tengo ni repajolera idea de “lo que habría que hacer” para revocar el peligro de extinción de estos festejos. Sin embargo, después de realizar las entrevistas de este número especial, tengo claro lo que sí deberíamos intentar hacer todos en esta semana. Aceptando lo que se nos ofrece, ofrecer nosotros nuestro mejor humor, nuestra mejor predisposición, porque las fiestas, amigos, son como cada uno quiere que sean. Cada uno de nosotros es quien tiene la capacidad de superar sus propias expectativas. ¡A por ello entonces!