Opinión

La medicina y la eutanasia

Ser médico de urgencias y emergencias es un privilegio. Hay que estar a la última en los procedimientos, en los fármacos, en las técnicas…, porque atiendes a personas en riesgo de muerte. Me cuesta pensar en situaciones más satisfactorias, como las centenares de veces que, trabajando al límite con mi equipo, hemos salvado la vida de una persona.

De vez en cuando, como Pamplona es muy pequeña, me cruzo por la calle con alguno de ellos. En otras ocasiones esas mismas personas a las que ya no recordaba, o sus familiares, me han parado por la calle para decirme: ¿No te acuerdas de nosotros?, le sacaste a mi marido de una parada cardíaca.

Esa es la cara de la moneda y no se paga con dinero.

Pero hay una cruz de la misma moneda. He visto morir a mucha gente. He asistido a muchísimo sufrimiento, a mucha agonía, a mucho dolor. Y como experto, creo que es mi obligación hacer público que hoy en día hay fármacos que pueden aliviar prácticamente cualquier situación.

Hay gente que sabe que va a morir sin remedio. Gente como yo, como cualquiera que lea esta carta, que un día se enfrenta a horas, días, o meses de sufrimiento sin esperanza de curación o ni siquiera de mejoría. Y la medicina hoy puede aliviar en gran medida ese sufrimiento.

No estoy hablando de que a nadie se le pueda acortar la vida contra su voluntad.

No estoy hablando de que a nadie se le puedan administrar ningún tipo de medidas contra sus creencias religiosas.

Estoy hablando de personas en una situación de sufrimiento irreversible e inaguantable, que voluntariamente quieren ya dejar de sufrir. Con todas las garantías sanitarias y legales. Y con libertad.

Como médico de urgencias no necesito que ningún papel me autorice a cumplir con mi promesa de curar si puedo, y aliviar cuando no puedo curar. Como ciudadano exijo a mis representantes políticos que legislen para todas y todos, poniendo por delante a las personas y a su dignidad.

Kiko Betelu
Médico de emergencias, miembro de I-E