Estos días está teniendo lugar en París la XXI Cumbre sobre el Cambio Climático. Allí 195 países intentan cerrar un protocolo global contra el calentamiento del planeta, algo que ya no se discute a nivel científico pero que, por los intereses y la manipulación del lobby de los combustibles fósiles, se cuestiona permanentemente y hasta se caricaturiza.
Así, al margen de todo tipo de interpretaciones y valoraciones, es obvio que todos los países, pueblos y ciudadanos debemos ir de la mano para ser conscientes de qué le estamos haciendo en cada momento a la madre tierra, es decir, a nosotros mismos.
La cuestión no sólo está en alcanzar acuerdos para impedir que por la acción humana la temperatura media del planeta suba 2 grados, algo que la OMM, Organización Climatológica Mundial, augura catastrófico, sino que es necesario un profundo cambio en el paradigma que gobierna nuestro devenir diario, para no terminar de suicidarnos al ‘congestionar’ la tierra.
Dicen que la Paz no es la ausencia de guerra, sino la virtud que nace de la fortaleza del alma, y ahora la humanidad se juega su destino con la necesidad imperiosa de encontrar juntos un camino sereno, justo, firme y limpio que nos lleve a todos a alcanzar el fin de la existencia.
