Opinión

Google y la vieja Europa

En estas semanas ha tenido relevancia el rechazo (por un puñado de votos) en la UE a la tasa Google. Una medida proteccionista disfrazada de regulación y fiscalidad. En los gobiernos hiper endeudados europeos y con déficits incontrolados, se busca recaudar sin más. Europa no tiene ninguna de las 15 tecnológicas más importantes del mundo, solo tiene cuatro entre las 50 primeras. Aquí se habla mucho del gasto en I+D pero ¿Qué mérito tiene gastar? 

El 6 de enero de 2006, Jacques Chirac anunció la creación del competidor que iba a responder al desafío mundial de los gigantes americanos Google y Yahoo. El arma para luchar contra el oligopolio yanqui fue la creación de un buscador que iba a superar a ambos y que además sería realmente multimedia porque integraría texto, sonido e imagen. Su nombre: Quaero (significa “busco” en latín). Éste fue uno de los proyectos estrella tras la creación de la Agencia de Innovación Industrial que repartió 1.500 millones de euros en dos años. El famoso Quaero recibió la nada despreciable cantidad de 90 millones para empezar. ¡Que tiemblen los buscadores yanquis!, pensaron.

Los otros 1.410 millones fueron a parar a otras industrias para la creación de otros sectores punteros que se impusieran a la economía globalizada. Un intento de crear clústeres mediante el bombeo de dinero público. Estos conglomerados de empresas fueron analizados por Michael Porter en la década de los 90. Por simplificar serían grupos de empresas interconectadas entre sí por lazos comerciales y competitivos, que generan una cualificación superlativa, lo que les permite ser dominantes a nivel internacional. En Navarra sería el sector eólico, en California Silicon Valley o la Alta Costura en París. Distintos estudios y trabajos de investigación han demostrado que la agrupación de empresas tiene incrementos de la productividad entre el 3 y el 8%. Los mismos estudios demuestran que las empresas son conscientes de esas ventajas y se agrupan geográficamente por interés propio, sin que los poderes públicos tengan que intervenir directamente. Los políticos deben crear el medioambiente propicio para el desarrollo empresarial. Lo mismo que para tener hongo beltza se necesita un entorno como la Ulzama.  

La visión de la globalización de una parte de los europeos es la de un ente peligroso que no respeta ninguna regla, por lo que se debe proteger a algunos sectores de la competencia. Esta última frase es el leitmotiv del empresario socialista: dícese de algunos empresarios que dirigen grandes empresas y que no son capaces de competir en el mercado por méritos propios por lo que buscan los favores del gobierno para sobrevivir. En época de elecciones suelen hacer una pinza a los políticos, con el apoyo de sus trabajadores y los sindicatos, para que se suban los aranceles, o se pongan trabas a la entrada de nuevas empresas a su sector. Éste no es un mal endémico, también se puede ver en los Estados Unidos, especialmente desde la llegada de Trump. Una gran parte de las ayudas económicas van a estos sectores, los cuales no superarán las dificultades a medio plazo, ya que su problema no se soluciona con ayudas públicas sino con ser competitivos internacionalmente. Lo que determina la supervivencia de las empresas es su capacidad para mantener y captar nuevos clientes. Lo demás es adyacente a esto. 

La receta europea para competir con un mundo globalizado es subvencionar ideas geniales y sectores decrépitos, por una parte, y por la otra subir impuestos a las empresas tecnológicas. Incentivos perversos que ya estamos pagando con una atrofia competitiva preocupante. Como decía Ronald Reagan sobre la gestión pública de la economía: si funciona ponle una tasa, si sigue funcionando súbele los impuestos y si se para, dale una subvención. Lo peor es que se hacen desde una supuesta superioridad moral europea que con sus aires snobs no quiere competir con un mundo que va a otra velocidad. ¿Cuál es la alternativa a la globalización? ¿La vuelta a la tribu? Porque luego, muchos de los que critican la globalización llevan el Iphone o como mínimo el último modelo de Samsung.  La vieja Europa está cada vez más vieja. 

Carlos Medrano Sola
Economista - www.eximiaconsultores.com​